En vela

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Marta desplegó con ojos emocionados el mapa que había hallado en aquel libro que encontró husmeando en la biblioteca ubicada en la sala de estar. Si bien aquel había sido el lugar del primer "incidente", la morena se catalogaba a sí misma como temeraria, por lo que no había tenido problema de pasearse por allí sola.  

Bueno, vale, no tan sola. María había ido tras ella para acabar de colocar los micrófonos que servirían como sus oídos por el resto de días, y sobre todo noches, que pasarían en la estancia.

En el mueble, la más joven del equipo había divisado varios libros distintos, con tapas duras forradas de cuero y letras doradas y elegantes. Adivinó que algunos de ellos estaban en alemán, otros en inglés y por supuesto en español. Sin embargo, el que le llamó la atención fue el único que notó mucho más deteriorado que los otros, en cuyo lomo se leía una caligrafía elegante y fluída, ligeramente desgastada en la superficie grisácea que rezaba "Familia Sanabdón".

Quizás se guardaría para sí misma por un tiempo el secreto de que ella no cogió aquel libro del estante, sino que este mismo fue el que se precipitó de manera brusca contra el piso nada más acercar Marta su mano blanca hacia él, abriéndose en una página que contenía papeles y fotografías que la joven no pudo resistirse a echar un ojo. Y allí lo encontró.

El pedazo de papel estaba irremediablemente amarillento, ligeramente arrugado y con varias roturas en sus bordes, además de que habían trozos ilegibles del mismo que poseía la caligrafía de distintas personas impresa en diferentes áreas del mismo.

- ¿Ves allí? -señaló Marta a una esquina del papel que Alba pensó que podría haber confundido fácilmente con una receta médica-. Almudena y Carlos -sentenció con una sonrisa triunfante. 

- ¿Mis abuelos? -inquirió Natalia sin comprender. Se hallaba inclinada sobre el hombro de la rubia, ansiosa por matar la inquietud que Marta había creado en ella momentos antes. 

- Síp, tus abuelos -confirmó la muchacha. Natalia rodó los ojos-. Pero hay más gente, y por lo que dice en la parte de atrás del mapa, este pedazo de terreno era siete, ¿me oyeron? Siete veces más grande de lo que es ahora. 

- Y siete eran los hermanos que se dividieron el terreno cuando España comenzó a ser dirigida por el camino de la grandeza -masculló Natalia fastidiada-. Me harté de oír aquello durante casi toda mi vida.

- Entonces hay más casas de tus tíos abuelos alrededor, a que sí -asintió Marta con los ojos muy abiertos como si acabase de descubrir un secreto enorme y valiosísimo.

- Sí, las hubieron -explicó Sabela-, pero actualmente esta es la única que queda en pie.

Un lúgubre malestar se asentó por encima de la boca del estómago de la médium al entrar por primera vez en contacto con el trozo de papel que pretendió ser alguna vez un mapa. Cerró los ojos un momento cuando comenzó a sentirse sofocada, mientras abría la boca para dar paso a un poco de aire a sus pulmones que parecían negados a recibir el oxígeno que necesitaban para funcionar. 

Escuchó las voces opacas y lejanas de sus acompañantes cuando estiró los brazos dando manotazos desesperados al aire. Sintió una mano sujetar la suya con fuerza, sabía perfectamente que era la de María por lo esbelto de sus falanges entrelazándose con las suyas, lo que la tranquilizó levemente. 

Intentó centrarse en lo que oía a su alrededor. Mala idea. Las ganas de vomitar se intensificaron.

Iros de aquí no una viva iros huid ahora que de aquí sobre las paredes comeremos de vuestras almas y arderéis en las no saldréis padecerá la lujuria que invade acabaréis ni con vida y entre sus piernas se reirá el Príncipe escapad por favor saciaréis la sed de inocencia el alma más pura llamas eternas del infierno  el hambre arrasador del Príncipe con vuestra sangre hay tiempo o moriréis.

Expediente Reche || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora