La mano en la frente

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Un fuerte maullido y la figura de Fígaro entrando a la cocina en un trote sacaron a María de su trance, obligándola a prestar atención a los sonidos de golpe seco que oía alrededor de la casa. Se levantó de su silla luego de quitarse los cascos y coincidió con la entrada del par de castañas a la casa. Lucían perturbadas y eso no hizo más que aumentar la confusión de la rubia.

- ¿Qué cojones son esos golpes? -preguntó notando que la intensidad de los mismos crecía por momentos.

- Pájaros -respondió Julia agitada mientras sostenía a una Sabela cuyos ojos estaban tan abiertos que parecía que se saldrían de sus órbitas.

- ¿Qué? -el ceño de María se frunció al no comprender la respuesta.

- Pájaros. Estábamos tendiendo la ropa y de repente hubo mucho viento y luego vi a Marta por la ventana de vuestra habitación y de repente un montón de pájaros comenzaron a estrellarse contra la pared de la casa.

Julia intentaba que lo que estaba contando tuviese sentido, que todas esas palabras tan confusas que salían de su boca significaran realmente algo. Al parecer lo hacían para María, pero la oficial quería que tuviesen algún significado para ella misma, pues ¿qué es lo que provoca que tantos animalillos de manera espontánea comiencen a volar contra una edificación hasta precipitarse contra ella con tamaña fuerza que acaba con sus vidas?

Los brazos de Sabela rodeándola cuando el shock obligó a la gallega a echarse a llorar hicieron que la pobre Julia se obligara a salir de su propia incredulidad para abrazar a la mujer. Sabía que Sabela la necesitaba más de lo que ella precisaba respuestas lógicas en el momento.

- Joder, Marta está sola allá -murmuró María-. Julia, por el amor a Dios, cuida de Sabela y no te despegues de ella -ordenó antes de correr escaleras arriba.

Julia instintivamente presionó el cuerpo de la chica contra el suyo y observó a su alrededor. Por supuesto que no se despegaría de ella, su deber era proteger a las personas que estaban en aquella casa por encima de su propia vida, aunque no diese crédito de lo que llevaba sucediendo.

María subió las escaleras tan rápido como su deteriorado estado físico se lo permitió e inmediatamente se dirigió a la habitación que compartía con su compañera. Al abrir la puerta la sensación de alivio que la invadió fue instantánea. Marta yacía apaciblemente dormida en su cama, echa un pequeño ovillo y de espaldas a la puerta. La mayor quiso asegurarse, sin embargo, de que todo estaba en orden, por lo que se acercó sigilosamente a la cama y se sentó con cuidado en el colchón, acariciando suavemente el rostro de Marta para despertarla con cuidado.

- Marta, cariño, despierta... -murmuró cerca del oído de la morena. El cuerpo de esta se movió ligeramente y entreabrió los ojos.

- Mari... estaba soñando contigo -una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Marta mientras contaba aquello con una voz profundamente ronca.

- ¿Sí? -María sonrió también y colocó un mechón azabache detrás de la oreja de la morena-, ¿y qué soñabas?

Pocas cosas puede decir María Villar que hicieron mella en ella tan rápido como la mirada que le dedicó la morena en ese momento. No lo supo identificar a tiempo, o quizás no quiso hacerlo por la duda repentina que la invadió cuando los brazos de Marta le rodearon el cuello y la pegaron casi por completo a su cuerpo, causando que su corazón comenzara a latir desbocado contra su pecho y haciendo eco en el de la más pequeña. La rubia sintió la suavidad de los labios de Marta rozando la piel de su lóbulo y la calidez abrumadora de su aliento al hablar.

- Que me besabas todo el cuerpo lentamente -murmuró y el corazón de María casi se detiene por completo en ese momento-, el cuello, los hombros, los pechos -comenzó a enumerar mientras con su mano recorría el brazo de la rubia que permanecía inmóvil sobre su cuerpo-, la tripa, las caderas, los muslos... no dejabas nada sin que tus labios lo tocaran.

Expediente Reche || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora