Viento

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Alba despertó percibiendo un peso extraño reposado sobre su pecho y un calor que no le resultaba para nada familiar. La claridad se colaba por sus párpados cerrados  los cuales la rubia sentía que tenía pegados y arenosos. El gusto amargo de su boca la hizo hacer una mueca de desagrado y abrió los ojos para inspeccionar el lugar. Un par de ojos verdes que la miraban fijamente fueron su recibimiento. La rubia sonrió, logrando que el tenso cuerpo del animal fuese aflojándose poco a poco. 

- Buenos días, Fígaro -murmuró acariciando al animalillo detrás de las orejas y con la voz excesivamente ronca. 

Tenía la garganta seca y se moría de hambre, ¿cuántas horas había dormido? 

Le costó un poco a su mente lenta por el sueño recapitular los hechos previos a que ella se quedara inconsciente y sintió un fuerte dolor de cabeza atacarla de manera casi inmediata. Ya se lo habían dicho las chicas antes de tomar el caso, no debía de exigirle más a su cuerpo de lo que este podía aguantar. Pero Alba podía ser sumamente obstinada y llevarse a sí misma a explorar los propios límites de sus capacidades. 

- Buenos días, rubia -la voz aterciopelada llamó la atención de Alba, quien dirigió su mirada inmediatamente hacia la puerta para encontrarse con una de las dueñas de la casa apoyada contra el marco, mirándola con una sonrisa leve-, ¿has podido descansar? 

Alba asintió levemente. 

- ¿Qué hora es? -inquirió la rubia, frunciendo el ceño al notar por primera vez y gracias al rostro de Natalia lo iluminada que estaba la habitación.

- Van a dar las nueve de la mañana -respondió la pelinegra.

- Hostia, he dormido más de once horas -masculló Alba, intentando sentarse en su lugar y provocando que Fígaro diese un salto hacia el otro lado de la cama para poder acomodarse y continuar con su guardia sobre la chica. 

- Eh, eh -Natalia caminó rápidamente hacia ella y se sentó en el pequeño espacio entre el cuerpo de Alba y el borde del colchón, acomodando una almohada en el cabecero de la cama para que la más bajita se recostase-, no te fuerces. Anoche terminaste muy mal, y ahora tienes la cara fatal. ¿Estás segura de que estás bien?

El comentario sobre su rostro provocó que Alba soltase una leve risa mientras se acomodaba contra las almohadas recién colocadas. Realmente no se sentía muy repuesta, pero estaba segura de que aquello mejoraría en cuanto pudiese tomarse un café e ingerir algo sólido. Su estómago se lo pedía, no tenía ni una gota de reserva de energía. 

- Gracias por hacerme saber que luzco horrible -murmuró Alba, mirado directamente a los ojos de Natalia. 

Vaya ojos más bonitos.

- ¿Qué? No, no... pero si yo nunca dije eso -trastabilló la morena al responder.

- Me has dicho que tengo el rostro fatal, creo que con eso comprendo que no estoy precisamente guapa -continuó picándola Alba con una leve sonrisa ladeada.

- Pff -Natalia rodó los ojos al notar el tono de broma de la rubia-. Fatalmente guapa, ojalá yo ser capaz de verme así después de... -y no supo cómo continuar, no quiso tocar el tema porque ni siquiera sabía qué nombre ponerle a lo que había sucedido.

Pudo notar cómo el rostro de Alba se ablandó al darse cuenta de que Natalia no hallaba las palabras correctas y que ya se había perdido el tono de la broma. La rubia dio un largo suspiro y cerró los ojos un momento antes de volver a hablar.

- No me siento del todo bien, pero creo que estaré perfecta en cuanto desayune algo. Este tipo de situaciones me drenan toda la energía y mi cuerpo lo resiente muchísimo -explicó como si fuese algo que vivía todos los días. Y aunque no era mentira, nada se había comparado antes con lo vivido aquella noche. 

Expediente Reche || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora