Capítulo cuatro

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⚠ El capítulo no está editado, perdonen los horrores ortográficos. Muy horrible capítulo.

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Los días transcurrieron rápidamente, acuarela triste deslizándose por blanquecino lienzo, creando un sinuoso riachuelo azul hasta desvanecerse. Habían pasado algunos días desde que el vampiro le había traído a ese castillo en el medio del olvido.

Le gustaba la superficie acolchonada de las camas, las aterciopeladas sábanas, también las esponjosas almohadas tras su nuca. Comodidad abismal, le gustaba el crepitar de la chimenea y estar colmado de tanta tranquilidad, perder la mirada celeste entre los espacios blancos de la habitación.

Le gustaba esa sensación de inagotable calma, no temerle a algo en específico, y extraviarse en los cadáveres de sus recuerdos felices, cuando los conseguía en la fosa común de su memoria.

La mayoría del tiempo, los recuerdos alegres siempre parecían ajenos o lejanos, casi inalcanzables para sus pequeñas manos, como si estuvieran enfrascados y protegidos sobre la repisa más.

A veces lograba enfocar los recuerdos en donde sonreía genuinamente, su mente conservaba fragmentos de risa, pero nunca la figura de cristal completa. Sólo recuerda con nitidez los recuerdos azules, profanados por la hiel del miedo, el escozor de las heridas, y la asfixia del desespero, el dolor en sus piernas por correr por toda su vida, deseando nunca ser atrapado.

En ese momento consideraba en los blancos y negros de su corta vida, que terminaban por convertirse en ambiguos grises, creando un vacío agobiante en su pecho.

-Humm -Vanitas gimió al encontrarse patéticamente vacuo, y contradictoriamente satisfecho, acurrucandose entre las sábanas para buscar consuelo en la soledad de esa habitación, que ahora era suya.

Noé le asignó una habitación espaciosa, de relucientes tablas de madera y las velas acomodadas en pequeñas lámparas, iluminando la habitación, un baúl con pocas pertenencias y un esponjoso gato siendo intruso en la esquina de su cama.

Tenues toques en la puerta, hicieron que su mente dejara de caracolear alrededor del halo de desdicha que rodeaba su miserable ser, cernida encima suyo.

-Mademoiselle Vanitas -la voz apacible de Noé, buscando un permiso para entrar.

Los luceros azules se llenaron de culpabilidad, esa tranquilidad luego le carcomía, gracias al vampiro altruistas que en otras palabras, le había rescatado. Le causaba una desagradable inquietud, el vampiro literalmente le había dicho que este podía ser su hogar hasta el día que quisiera, y él no era muy honesto por su desconfianza justificada hacía las personas.

Descartó que el vampiro representará alguna amenaza, así que quería contarle su mentira blanca para estar tranquilo consigo mismo, pero tenía miedo de que pudiera cambiar de opinión. Su mentiras le complicaron, y le hacía estresarse hasta el punto de querer arrancarse sus cabellos.

Quería encontrar una manera de decirle a Amelia Ruth -la dulce mujer que se encargaba de la limpieza y cocina- que no necesitaba ridículos vestidos y peinados estúpidos.

Claro, podía usarlos con comodidad porque no le molestaba del todo la ropa de mujer, sino que los que ella conseguía eran horriblemente pomposos y los detestaba por su elegancia. Una cosa era engañar a las personas con su apariencia delicada y condición andrógina, otra cosa totalmente diferente era considerarse verdaderamente una mujer, le incomodaba.

☂ 𝕖𝕧𝕖𝕣𝕓𝕝𝕦𝕖 ─「ⱽᵃⁿᵒᵉ | ⱽᵃⁿⁱᵗᵃˢ ⁿᵒ ᶜᵃʳᵗᵉ 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora