Capítulo ocho

582 70 76
                                    

Su vida giraba alrededor de Louis, igual que los girasoles por el Sol.

Los sentimientos agitados y desconcertantes que anidaron en su pecho, aterradoramente similares, tanto que puede saborearlos con hiel, enviando su mente al pasado.

Especialmente a una tarde, en las personas del pueblo aprovechaban el atardecer para regresar a sus casas.

El astro rey pronto se ocultaría tras las montañas, las sombras se acrecentaban y los girasoles desdichados bajaban la cabeza, tristes por la partida de su amado. La adoración de las flores no le era suficiente, mucho menos cuando existía un humano capaz de lastimar su orgullo con solo una mirada

Louis.

El joven hombre con inigualables soles inculcados en su mirada, lunares desperdigados por el lienzo de su cuerpo, constelaciones de pecas que conocía de memoria. Louis contrastaba con el otoño, árboles anaranjados, huertos y calabazas por doquier, o con la hora dorada más mística de lo normal.

Justo como en ese momento.

Es por eso que habían decidido pasar la tarde fuera del castillo, en el lugar más agradable que encontraron, el campo desolado. Las ciudades sobrecargadas de hollín, electricidad y medios de transporte era suficiente para tentar a muchas personas a abandonar las zonas rurales.

La mayoría de las personas, menos ellos dos.

Les gustaba la soledad, podían desnudarse los corazones y cuerpos ahí, hacer y profesar su amor, nadie los vería, no tendrían interrupciones, ya que el pueblo más cercano se encontraba lejos. Lo recuerda todo, de memoria, cada caricia y cada diálogo, nunca se cansaría de sumergirse en ese recuerdo.

Era como vivirlo nuevamente. 

—Deberíamos volver, antes de que se haga de noche —había dicho con pereza y somnolencia, colmado de todo el amor que destilaban las caricias de Louis.

Amaban ese lugar remoto, los caminos ni siquiera estaban pavimentados, solo eran senderos entre pasto desgastado por pasos de peregrinos. Louis sonrió, cariñoso, sosteniéndolo del rostro para juntar sus labios.

Su corazón se desbocó.

—Podemos quedarnos —propuso contra su boca, renuente a la idea de levantarse de la manta amarilla que habían tendido a las faldas de un viejo árbol, rodeados de dorado centeno, por el cual habían correteado tantas veces de adolescentes —, quedemos, para siempre, solo tú y yo.

Noé alzó las cejas, lo asió de la cintura, y buscó nuevamente su boca.

Sabía porque le susurraba que solo podían ser ellos dos sin el resto del mundo, casarse sin necesidad de una ceremonia ostentosa por todo lo grande, vivir comiendo fresas del huerto, hacer uso del aula en la mansión familiar para enseñarle a los niños del pueblo. Louis no deseaba vivir rodeado de aristócratas y políticos vampiros, especialmente sabía que no quería estar cerca de su propia sangre, la que se avergonzaba de él, la que lo trataría bien por hipocresía.

Ellos no eran su familia, su familia son: su enigmático abuelo de incomprensible actuar, su hermana gemela artífice de todos los garabatos en la pared del cuarto, su gato que rasgaba la puerta cada que lo sacaban para tener intimidad, y el hombre acostado a su lado.

—Tendremos más gatos, quizás un niño, llenaremos la mansión vacía de recuerdos y muchas cosas  —dijo con la ilusión titilando en sus ojitos de estrellas, al inicio parecía una buena idea, pero si hubiera sabido que sólo uno de los dos se quedaría con todo eso, quizás hubiera dicho cosas diferentes —, nos tendremos solo a nosotros, sólo nos necesitamos a nosotros, el abuelo no tiene porque arrastraste a sus asuntos.

☂ 𝕖𝕧𝕖𝕣𝕓𝕝𝕦𝕖 ─「ⱽᵃⁿᵒᵉ | ⱽᵃⁿⁱᵗᵃˢ ⁿᵒ ᶜᵃʳᵗᵉ 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora