Capítulo siete

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⚠ Esto lo acabó de escribir, aprovechando que no tenía señal, no esperen algo bueno, es un borrador, pero lo publicaré porque no actualizar esta historia la semana que viene, tampoco después de esa.

¡Borrador feo!

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—¡Ah, eso duele! 

Vanitas echó la cabeza hacia atrás, disfrutando de la sensación placentera que se arremolinaba en vientre, desconocido. Gimoteante y tembloroso, murmurando ininteligibles quejas en el oído del vampiro, quien profundizó sus colmillos, ignorándolo olímpicamente, rompiéndolo.

Le gustaba el escozor.

El cuerpo menudo se zarandeó, temblando por la sensación extraña recorriendo vertiginosamente su columna. Mechones suaves de su cabello azabache escaparon del moño descuidado, deshilachado.

—Tu me pediste que no fuera cuidadoso —recordó Noé, gruñendo contra la piel como un animal nocturno, lamiéndole el hombro.

Los ojos destellando en carmín, la lengua libidinosa recorriendo por donde el pulso palpitaba, empujando, arrancándole jadeos al humano. 

—Ca-cambio mis palabras —los dedos del azabache se hundieron en el cabello plateado, su rostro despintandose en sonrojo —. Sé gentil conmigo Noé.

Esas frágiles palabras no ablandaron el corazón del vampiro, quien decidió ser brusco al momento de clavarse en el humano, otra vez. Para entender cómo habían llegado hasta eso, tendrían que retroceder una hora antes.

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Los libros estaban cada vez más polvorientos, la ropa en el armario ya no conservaban el agradable aroma del que alguna vez tuvieron impregnado, la habitación más tétrica.

La mirada sin vida del peliblanco observa los poemarios amontonados en la mesita de noche. Lugar donde permanecían, y pertenecerían para siempre. Todo perduraba en ese lugar sin cambios, sin la misma magia que antes.

Las estaciones cambian y los años pasan. Las flores nacían, se marchitaban, y renacían. El Sol aparecía, la tormenta se avecina con el pasar de los días y después llega el arco iris.

Sin embargo él seguía ahí, estancado, con el mundo avanzando rápidamente a su alrededor, pero él seguía viviendo de recuerdos de besos y sonrisas del pasado.

No era sano, sobre todo cuando al recordar no sentía las mariposas revoloteando en su estómago. Y no le motiva demasiado cambiar las cosas, ni siquiera piensa en sacarlas de la habitación, aunque estuvieran polvorientas.

Sí pudiera describir cómo se encontraban sus pulmones enfermos, diría que estaban atiborrados de polvo hasta más no poder y de telarañas. Eso sería obviamente exageración, pero así lo sentía.

Noé tosió y tosió, empequeñeció entre las sabanas, con la nariz congestionada, y su sentido del olfato siendo torturado por la suciedad, insoportable.

Las únicas habitaciones polvorientas en ese castillo, eran el estudio que en algún momento perteneció al maestro y la recámara. La biblioteca había sido limpiada recientemente, para que el humano que ahora vivía ahí pudiera leer libros con comodidad.

Mover las cosas del último lugar no fue tan doloroso como esperaba, quizás debería hacer lo mismo con su habitación.

Aturdido de tanto estornudar, se levantó de su cama, tambaleante, saliendo de la habitación entre estornudo y estornudo, teniendo que sacudirse la nariz para no sentirla aguada.

☂ 𝕖𝕧𝕖𝕣𝕓𝕝𝕦𝕖 ─「ⱽᵃⁿᵒᵉ | ⱽᵃⁿⁱᵗᵃˢ ⁿᵒ ᶜᵃʳᵗᵉ 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora