• Capítulo 2 •

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M.

Sexo. Sexo y más sexo.

Aquel libro que me había atrevido a leer antes de impartir clases por primera vez en la preparatoria Orange, me dejó un tanto acalorada. En mis 23 años de vida nunca había tenido relaciones y por mucho que me adularan por lo bella que era y por mi hermoso cuerpo, la verdad es que me daba cierta vergüenza pensar en desnudarme frente a otra mujer. Ni siquiera sabía cómo sería hacerlo con una por primera vez, pero sí tenía claro algo, y es que iba a perder mi virginidad a manos de una o con nadie.

Mi cerebro trabaja para estabilizar mi calor corporal. Promesa para mí misma: nunca volver a leer ese tipo de historias eróticas antes de ir a la escuela, eso sin duda fue un gravísimo error, puesto que no dejo de imaginarme a los protagonistas teniendo relaciones sexuales en su auto a las doce de la noche.

Yo, quien hasta ahora era llamada por mi mejor amiga como "virgen inmaculada", preferí decir que las relaciones no me llamaban la atención, aunque no mentía del todo, si bien el tema me atraía en lectura, en la vida real, me daba cierta vergüenza.

Trato mejor de pensar en otra cosa y mirando hacia otro lado, me topo con el reloj que está colgado en la pared. Me doy cuenta en ese momento, que si no me dispongo a partir a la de ya, llegaré tarde a mi primer día de trabajo. Debo dejar de fantasear y subir a mi auto e irme. Y eso mismo hago.

En cuanto llego a Orange, una gran cantidad de estudiantes me detallan como si fuera una presa de carne, aunque una que otra chica me sonríe con amabilidad. Golpeándome mentalmente pienso en que tal vez mi vestimenta es un poco extravagante para este pequeño y reservado pueblo, supongo que debo ser un poco más sutil la próxima vez. Camino sin mirar a ningún lado, sin embargo, regreso los buenos días que algunos estudiantes me dan y gustosa, prefiero que tengan una amigable primera impresión. Aunque luego quizás sea todo lo contrario.

Con algunas indicaciones llego directamente hasta la dirección. El director se presenta a sí mismo como Richard y me presenta también a quienes serán mis demás compañeros, todos se muestran con una gran sonrisa y me dan la bienvenida, además de un "cualquier pregunta que tenga, no dude en acercarse a alguno de nosotros".

—Sí, gracias, lo tomaré en cuenta. —Es lo único que digo durante toda la conversación y luego me retiro aliviada de que al menos no me hicieran preguntas incómodas, como la de por qué había venido a impartir clases aquí.

Fui asignada en el aula B, C y F, donde impartiré clases a los alumnos de segundo y tercer grado; dos de tercero y el B de segundo. El semestre ya había comenzado por lo que las clases serían a mitad de año. Lo que significa empezar a medias con las actividades y aunque mi profesión es algo que me tomo muy en serio, esta vez no me molesto. Muy al contrario, lo agradezco.

Katarina, como se había presentado la anterior maestra de historia, me dijo algo que era muy evidente y es que estaba próxima a dar a luz, y bueno, ahora lo único a lo que quería dedicarse era a ser madre. Sí, su única profesión, me repitió aquella mujer de unos 29 años —imaginaba yo—, sin embargo, preferí no decir nada al respecto y solo le di las felicitaciones por su embarazo y que esperaba que todo saliera bien en el parto. Ambas nos despedimos y retomamos nuestros caminos.

Justo ahora, siento el corazón en la boca cuando entro a mi primer salón de clases. Todos muy educados se presentan uno por uno, no logro del todo aprenderme sus nombres, pero sí noto algo que es demasiado obvio y es la mirada perversa de mis estudiantes hombres.

En cuanto termino mi hora ahí, continúo con mi siguiente clase, donde pasa exactamente lo mismo y después, llega el receso. Admito estar un poco nerviosa por presentarme por última vez, pero me digo a mí misma "que me tranquilice, que este es un lugar nuevo, por lo que no hay por qué estresarse". Y así es. Llego al aula B, donde todos los alumnos nuevamente se presentan y al finalizar, exclaman que esperan con ansias nuestras próximas clases, aunque hay una pequeña diferencia que no pasó desapercibida para la observadora persona que soy, y es que en este salón, falta un estudiante.

|¿Cómo el verano enamoró al invierno?|MICHAENG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora