• Capítulo 9 •

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M.

Sin despegar mi mirada de Chaeyoung, me acerco hasta la mesa. La escucho tragar ante mi cercanía, pero prefiero no decir nada y así evitar volver más incómodo el momento. Termino de levantar las cosas de la mesa y en silencio ella me acompaña. La miro discretamente y la noto angustiada. Jamás había visto esa expresión en su rostro y sin duda, me duele. Adoro ver a Chaeyoung sonreír, tener esa actitud de joven cautivadora que no le teme a nada y vive siendo tan amable y encantadora. No la Chaeyoung que tengo frente a mí, la cual es una completa desconocida.

—¿Te sientes bien? —pregunto. Ella se gira para verme y sus ojos rojos delatan cuán afectada está por la noticia—. Oh, Chaeyoung.

Me toma unos segundos envolverla en mis brazos y susúrrale que se tranquilice. Es la primera vez que la veo así y claramente no me gusta. Sus manos se escurren por mis costados y es allí que sé realmente lo que necesitada, y eso es un abrazo. Caminamos hasta el sillón y allí ambas nos dejamos caer. Quito unos cuantos mechones de cabello de su rostro y le pido que me mire. Sus lindos ojos ya no están cristalizados, ahora las lágrimas bajan por sus rojas mejillas y aunque busca consuelo sin mí intentando apartarse, termino de nuevo llevándola a mi pecho para abrazarla. Quiero darle paz, aunque sea solo por un momento.

—Ana —dice de repente—. Es la hermana de mi padre, pero para mí es como una segunda madre. Desde siempre hemos vivido aquí, pero claro, los tiempos antes eran diferentes por no decir difíciles. Ella siempre me cuidó cuando mamá iba a trabajar, incluso me enseñó las cosas que toda madre le enseña a su hija. —Se aleja de mí y con la respiración entrecortada continua—: No me puedo imaginar que algún día ella falte, simplemente sería como perder a mi propia madre, pero ella está muy enferma, el cáncer la consume y ya no hay nada por hacer, más que esperar a que ocurra un milagro.

—Lo siento tanto, Chaeyoung. No lo sabía. —Limpio con cuidado sus lágrimas y a cambio, ella me sonríe por el gesto—. Ella estará bien, ya lo verás, solo ten fe en Dios, él todo lo puede.

—Yo creo firmemente en su palabra y sé que él la va ayudar. Ana es muy buena persona, es la mejor tía del mundo.

—No la conozco, pero estoy segura que sí. Ya lo verás, así que ya no estés triste y por favor ya no llores, no me gusta verte así.

—Es imposible —ríe—. Pero haré un esfuerzo por usted. —Esboza una sonrisa para al fin separarse de mí—. Por favor, no me vea así, ya tengo suficiente con que me haya visto llorar, no quiero incomodarla.

—No me incomoda, además pensé que ya habíamos aclarado lo de las formalidades, justo hoy me dijiste que estamos en tu casa y que no había ningún problema por tratarnos... como amigas —aclaro—, sin embargo, aún te veo hablándome por usted.

—Lo sé, creo que la situación hizo que lo olvidara —dice avergonzada—. No quiero que me vea así, perdón.

—Está bien llorar, Chaeyoung. Yo no te voy a juzgar.

—Gracias —dice antes de soltar un bostezo que rápidamente intenta ocultar.

—Parece que alguien ya está cansada —menciono en broma y ella ríe tímidamente—. ¿Por qué no vas a la cama? Yo voy a estar aquí mientras llegan tus papás, luego me iré.

—No quiero dejarla sola, no cuando ha venido como nuestra invitada.

—No te angusties por eso. —Señalo la escalera y ella vuelve a reír más animadamente, poco a poco parece que se le olvida su principal preocupación y eso me relaja—. Ve y haz lo que tengas que hacer.

—De acuerdo —exclama rendida y se levanta. Aún con rastros de lágrimas, me regala una sonrisa—. Ya vuelvo.

Niego ante su terquedad, pero prefiero no decir nada.

|¿Cómo el verano enamoró al invierno?|MICHAENG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora