12: Quien no hace lo que quiere, acaba diciendo lo que hace

166 34 36
                                    

Sentí unos toquecitos en mi hombro, pero no quise abrir los ojos. Estaba muy cómoda donde quiera que estuviera. Había algo sobre mí, aunque le resté importancia y seguí o intenté volver a dormirme en medio de ese pequeño calor que se había almacenado a mi alrededor.

Ronroneé cuando sentí a alguien agitarme los hombros. Allí fue que con la rabia almacenada en mi garganta porque odiaba que me despertaran, abrí los ojos lentamente. Poca luz entraba por las ventanas. Tomé constancia gracias al tornado que había caído anoche. Gracias a eso pude dormir plácidamente.

Torné la cabeza hacia la presencia de aquella persona y me encontré a nada más y nada menos que a Thomas. Abrí los ojos de par en par, y quise erguirme, salvo que algo me estaba reteniendo. Bajé la cabeza hacia mi pecho y... se me coaguló toda la sangre del cuerpo. Sentí el miedo atraviésame de arriba abajo y de lado a lado.

Volví a ver a Thomas, con la misma expresión absorta. Sin duda debía hacer mis maletas porque seguro no estaba contento.

—Yo... —intenté decir, pero puso el dedo índice sobre sus labios, diciendo que callara. Lo hice sin rechistar.

Me hizo un gesto con la cabeza para que lo acompañara vete a saber donde y se dio la vuelta dirección a la cocina.

Dios, no me desampares

Como pude, hice a un lado a Joshua, tratando de no despertarlo y lo seguí echa un mohín de nervios descontrolados. Empecé a sudar una vez me detuve a una distancia prudente de Thomas, el cual había servido dos tazas de café que odiaba con toda el alma. No dije nada y tomé la taza para no enfadarlo más.

—Nos quedamos durmiendo sin ser conscientes. Estábamos viendo una película —dije rápidamente antes de que pudiese decir algo que me mandaría a la llorería sin miramientos.

Thomas sonrió de pronto. Pensé en huir por si en realidad se trataba de su doble o que el mismo fuera un demente.

—Habéis tenido suerte que os haya encontrado yo en vez de Georgia —dijo con mucha calma.

Espera. ¿No estaba enojado?

—¿A qué te refieres?

—A que no estoy apoyando las reglas de mi esposa. Aunque sé por qué razones lo hace.

—Si no es atrevido por mi parte, ¿puedo saber cuales son esas razones?

Thomas me miró sin decir nada, o más bien me estudió tal y como mi padre lo hacía cuando no quería soltar la sopa mientras estábamos en medio de una furtiva sesión de terapia.

—¿Te gusta Joshua? —preguntó de golpe, mientras engullía un trozo de tostada.

—No —contesté instantáneamente.

Esbozó una sonrisa.

—No hace falta que me mientas.

—No puede gustarme si me cae mal.

—¿Dormiste con alguien que te desagrada? Eso es bastante contradictorio —rió de lado, del mismo modo que lo hacía Joshua.

—Fue inconscientemente —repetí, echando un vistazo a la entrada de la cocina.

—Los sentimientos también lo son.

Aún no tenía claro que sentía por el arrogante. Y tampoco quería saberlo. Porque de ser lo que creía que era, iba a meterlos en un cofre y lanzarlos a las profundidades del océano para que no pudieran emerger de nuevo. No estaba dispuesta a meterme en un lugar desconocido solo porque a mi corazón le pegaba la gana. No tenía la fuerza suficiente tanto emocionalmente como físicamente para sucumbirme en ese tema tan complejo.

TAN IMPERFECTOS COMO LA LUNA •1•  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora