7: Inconstancias de una adolescente

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Anduve ocupada todo el día fuera del radar de la familia Hughes, encerrada en el cuarto que me habían dado. Entre música y arte; me gustaba dibujar de vez en cuando. Tan solo salí algún que otro momento para comer. Por suerte mía no volví a ver a Joshua ni mucho menos a dirigirme a él.

Quise quedarme mucho más tiempo, a solas, también hablando con Maya y mi madre por teléfono, pero lamentablemente la juerga me estaba llamando y con eso me refería a Cameron y Ashley, quienes me obligaron a vestirme y salir para bañarnos en la playa. No me hacía mucha gracia, sin embargo no iba a decir nada.

—Ni se te ocurra sentarte, Billie —advirtió Ashley.

—Voy a bañarme más tarde —mentí, dejando mi trasero sobre la arena caliente.

El sol ya había desaparecido prácticamente, no obstante, eso no hizo que la multitud desapareciera. Al contrario, había mucha gente. Mucha testosterona. Demasiada en mi opinión saludable.

La playa estaba bien iluminada por unos grandes focos que incluso podía mostrar el agua cristalina que nos envolvía.

—Billie es una aburrida —comentó Devon.

Este chico me tenía sin cuidado, porque cada que abría la poca para dirigirse a mí, decía algo que me incitaban a clavarle una patada en la cara.

—¿Alguna vez te han dicho que si no vas a decir nada productivo, mejor sería que cerraras la boca? —le respondí.

No me caía mal, pero era medio tarado.

—¿Alguna vez te han aconsejado que deberías bajar tus humos al subsuelo sino dejarás cenizas el mundo?

—Tú eres el primero —sonreí falsamente.

—Qué dicha más grande.

—Solo a ti te parece una dicha —murmuré, volviendo a meterme en mi mundo.

Reproduje mi música desde mi cassette. El primero que me regaló mi madre y contenía todas sus canciones. O al menos las que creó cuando tenía mi edad hasta después de tenerme. Su música podía provocar que un día gris se sumiera de colores vivos. Su voz era como escuchar las olas moverse de izquierda a derecha y viceversa, y el ritmo se asemejaba a sus golpes contra las rocas.

Muchos de mis ataques de ansiedad y o de pánico, fueron calmados por su voz, su cántico tan relajante y a la vez tan profundo como un océano e incluso el espacio. Ella tenía el poder de hacer y crear arte sobre arte y era mi mayor inspiración si un día quisiera dedicarme a la música como ella. Aunque también, tenía las fuentes para poder ser una buena psicóloga y no solo porque mi padre lo era, sino porque quería ayudar a quienes piden ayuda en silencio y nadie los ve. Intentaría, sin caer en un vaso lleno de agua, que los adolescentes no tuvieran los problemas que tenía o cualquier cosa que fuera un obstáculo para la felicidad, para vivir la adolescencia. Disfrutarla como se debe.

Las olas llegaron a mi, gracias a mi pequeña distancia de la orilla. El agua fría se coló entre mis dedos, enviándome sensaciones gratificantes que sin duda me relajaba un montón, en medio del bullicio de la gente gritar detrás de mí. Si pudiese apagar las voces de los demás estaría en el paraíso perfecto.

—¿Te gusta estar sola?

Me di la vuelta encontrándome a Melisa. Lucía un vestido floral color naranja, con un corte en el lateral. ¿Había dicho que era preciosa? O sea, si fuera mala persona tendría envidia de ella, pero no. Tenía una mirada inocente y una bonita sonrisa cuadrada. Y qué podía decir de su cabello tan lacio y largo?

—Me gusta estar lejos del ruido, aunque no está funcionando mucho que digamos —contesté, quitándome los auriculares cuando se sentó a mi lado.

—Es difícil obtener silencio y mucho más aquí. Brighton Beach no es que se destaque mucho por su calma.

TAN IMPERFECTOS COMO LA LUNA •1•  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora