14: Un renacuajo, ella y yo

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Joshua

—Buenas tardes princesa —sonrió Ashley en mi dirección, levantándose del taburete para darme un beso en la sien.

—Buenas tardes príncipe —contesté revolviendo su cabello—. ¿Qué hay, payaso? —alcé ambas cejas hacia Cameron, el cual se estaba sirviendo unos cereales.

—Aquí estamos, con ganas de colgarnos los huevos de un árbol.

—Nadie te lo impide. Tienes varios frente de la casa. Si quieres te acompaño.

—Recuérdame porque vengo a tu casa si siempre el energúmeno de tu hermano quiere que me quite la vida —sopló mirando a Ashley.

—A: porque no puedes vivir sin nosotros y b: porque en realidad amas a Joshua, pero te haces de rogar.

—Cierra la boca, eso es totalmente falso porque yo no amaría a un tipo como Joshua.

—¿Y cómo es un tipo como yo?

Di un paso al frente de forma amenazante y de broma a la vez.

—No dije nada —se apresuró a decir—. ¡No me golpees!

—Yo no golpeo a los más débiles y mucho menos a los niños pequeños . Eso va en contra de mis principios y lo sabes.

—Te recuerdo que solo tienes 19 años —aclaró Ashley.

—Pero aparenta más de los que tiene —añadió Cameron.

—En fin... ¿Dónde está Billie? —pregunté sin preámbulos.

Había mirado cada esquina del salón como un gato curioso.

—Ah, se me olvidaba. Debes ir a buscarla porque ya ha empezado voleibol y no sale hasta las seis y tampoco se sabe el camino del bus. Después debes ir a buscar a Ashton en casa de Charlie.

Cuando llegaron las seis menos diez cogí el coche y conduje como si anduviera en una carrera de fórmula uno. Aparqué delante de la institución donde yo también asistí. Podía decir que salí de allí sin odiar a nadie, salvo al plasta del profesor de química que se la pasaba regañándonos a Bryan y a mi. Tres o cuatro meses antes de acabar acabar las clases, Bryan, Hugh y yo le hicimos una trastada donde quedó un poquito mal parado. Acabó en urgencias por inhalación de gases químicos. A día de hoy aún no saben quienes fueron los culpables y nunca lo van a saber.

Salí del coche y me apoyé en él, esperando a que saliera la pelinegra de hermosos ojos celestes. Tenía que admitirlo. Billie era hermosa y sexy, pero más bonita que otra cosa. Tenía cara de chica inocente y adorable y unos ojos intensos que gritaban una infinidad de cosas que se dirigían en muchas direcciones.

Minutos después un puñado de deportistas salieron de la entrada. Eran los jugadores de rugby. Cameron no había entrenado por una pequeña lesión. Entre ellos había un chico con el rostro medio inflamado y con un montón de hematomas.

¡Dios mío! Le hicieron papilla el rostro. Me abstuve de reírme.

Luego de ellos salieron disparadas las jugadoras de voleibol que parecía que les quemaba el trasero. La última en salir empujando la puerta pesadamente fue Billie. Arrastró los pies sin prisa con la cabeza gacha mirando el teléfono, caminando hacia donde yo me encontraba.

No me había visto por lo que di un paso en falso hacía delante, provocando que su cabeza se estampara contra mi pecho.

Al instante se separó de golpe, alzando la cabeza con los ojos abiertos de par en par. No traía sus gafas y... por esa mínima cosa, se me cayeron los pantalones.

—¡Joshua! —chilló sorprendida.

—Cuatro ojos —alargué la sonrisa que tenía retenida.

—¿Qué haces aquí? Creí que Devon vendría a buscarme.

TAN IMPERFECTOS COMO LA LUNA •1•  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora