19: No hay tragedia sin comedia

150 32 84
                                    

¿Nervios? ¿Acaso lo que estaba sintiendo podía tener nombre o descripción alguna? Ni por asomo.

Desperté con la euforia avivando en cada una de mis venas. No sabía que debía ponerme, puesto que Joshua no me había comentado nada sobre la cita. Por lo que opté por algo que no fuera muy urbano como lo que era mi estilo, ni muy elegante: unos pantalones cortos azul claro, que básicamente me llegaban a una palma de las rodillas. Una camisa beige de tirantes y encima una camisa de botones blanca que había robado de mi padre la vez pasada en épocas de "buscar mi estilo", por así decirlo. Era un caos sin apelativo.

—¡Billie! —gritó Ashton asomando la cabeza desde la puerta.

—¡Ashton! —grité con el mismo entusiasmo.

Éste soltó la puerta y corrió a mis brazos para darme un gran abrazo. No se cuando pasó, pero Ashton y yo compartíamos la mayoría de las tardes, en su cuarto, jugando a Mario Kart, en el salón, haciendo karaokes infantiles e intentando no quemar la casa al hacer las crepes que tanto ama.

—¿Cómo ha ido en casa de los abuelos? ¿Te has divertido? —inquirí con él en mis brazos, mientras jugaba con mi cabello recién ondulado.

—He hecho un gran castillo de arena —balbuceó, sonriente.

—¿Y no has encontrado ninguna sirena?

Negó con un puchero.

—La próxima vez buscaremos una sirena para tu castillo de mar ¿qué te parece?

—¡Si! Y podemos buscar a... —frunció el ceño, buscando las palabras exactas para lo que quería decir.

—¿Al príncipe?

—¡Si! Y el cangrejo. ¡Y a Nemo!

—Dios santo, nos vamos a divertir mucho buscándolos. Pero ahora, debes ir a comer que ya está lista la comida.

Le di un beso en la mejilla antes de dejarlo en el suelo.

—¡No quiero zanahorias! —refutó yendo hacia la puerta.

—Las zanahorias son buenas para la salud. Quiero que te las acabes todas, ¿me has entendido?

Frunció los labios, para después asentir con tristeza.

—Ese es mi chico.

Suspiré una vez se fue. Volví a sentarme en el escritorio por tercera vez consecutiva, con el teléfono en las manos, esperando cualquier noticia de Joshua, pero me mantenía en ascuas. Mi pierna empezó a moverse impulsivamente, y mis uñas pintadas de rojo, acabaron entre mis dientes, empezando a mordisquearlas.

—Va a salir bien —me dije, aunque no estaba muy segura de ello.

Más bien tenía la necesidad de cerrarme en banda y abandonar la cita. De hacer ver que no Joshua no me había propuesto ninguna salida. Que no tenía nada que ver con él. Y que no se me volcaba el corazón cada vez que lo veía.

Debería hacerlo. Sería lo más factible. Pero... ¿cómo podría hacer que mi corazón cambie la dirección de su rumbo, aún sabiendo que se aproxima a una tormenta con alerta de riesgo? Sin duda no comprendía cómo todo se había desbordado tanto.

Salí de mi habitación, ya cuando pasaron algunas horas. El sol seguía intacto, más brillante que nunca a las tres de la tarde, bañando así un salón blanco a un tono anaranjado, típico de las tardes de verano tan solemnes.

Me tumbé en el sofá, con la cabeza en dirección a la televisión que mostraba un anuncio irrelevante. Tomé el control y puse música, mientras cerraba los ojos y mi conciencia empezaba a divagar hasta lo más profundo de mi ser. Aunque eso duró poco ya que el timbre sonó.

TAN IMPERFECTOS COMO LA LUNA •1•  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora