35: En los ojos de la tormenta

102 24 2
                                    

Los días parecían ser diferentes. Todo parecía resultar un buen acto del destino. También había días en los que no podía evitar sucumbir en mi mente y preguntarme por ciertas cosas respecto a mis decisiones y hechos.

La ansiedad formaba parte de mí. Ya era algo que había asumido y que sabía que no iba a desaparecer. La ansiedad me hacía replantear sobre todo lo que había hecho horas o incluso meses atrás. ¿Por qué hice esto si pude haber hecho otra cosa totalmente distinta? ¿Por qué tuve que decir eso si pude argumentar algo que no iba a carcomerme la conciencia? ¿Por qué me comporté de tal manera cuando tenía la opción de hacer todo lo contrario? Y finalmente ¿por qué tuve que tomar la decisión de irme de intercambio si las cosas seguían yendo igual?

Seguía sintiéndome mal conmigo misma. La oscuridad de mi mente se había desplazado, tomando lugares que creí que jamás se ocultarían por ella. Y por si fuera poco, mis sentimientos estaban tan descontrolados que temía explotar.

Por fin di ese paso con Joshua: el sexo. No lo había pensado cuando empecé a sentir algo por él. Hubo atracción desde el minuto uno y a raíz de eso, empezó el hambre. Era un hambre carnal totalmente distinto a lo que había escuchado. Y no, no era por sentirlo entre mis piernas ni mucho menos. Sino había nacido la ansía de acariciarlo, de abrazarlo o de tan solo respirar su aroma a lavanda y tabaco.

Quise pensar que después de él sexo habría algún cambio entre él y yo. La pasión entre sus ojos y los míos iba a magnificarse, aunque ya me parecía bastante la que vivía dentro nuestro. Quise creer que después de verme totalmente desnuda, una puerta se abriría para echar gran parte de mis inseguridades.

Joshua me había mirado de la manera más dulce posible. Y al mismo tiempo me dedicó la mirada más libidinosa que uno puede llegar a recibir en su vida. Me sentí avergonzada, cohibida, aterrada y quise correr lejos de él porque temía sentirme juzgada. Temí sentirme insuficiente para él.

Toda distancia se redujo cuando nuestros cuerpos colisionaron, y allí, en mitad de su enorme cama, dejé que todo quedara en blanco y solté todas mis ataduras para poder sentirme bien y al mismo tiempo a Joshua, aunque no tenía ni la más menor idea de qué hacer. Aún con todas las emociones agitándose en mi interior, Joshua me hizo sentir sensaciones tan gratificantes que creí que perdería la chaveta tan solo por querer más y más.

Una vez más, estimaba que todo iba a ir a mejor, pero el rumbo del barco cambió de destino hacia una isla desolada, vacía de lo que necesitaba. Después de estar con él, lloré como si mañana no pudiese hacerlo. Me encerré en el baño en las horas del amanecer, y me dediqué a ahogarme sola tratando de no arrastrar a Joshua en la profundidad de mi núcleo tan precario.

Mis labios estaban sellados, mis ojos mentían y mis caricias aseguraban que estaba bien. Pero no era cierto. Y debía acabar con todo para no lastimar más lo que ya se había previsto desde que todo empezó y no debió ser.

—Estoy seguro que si tú hubiera sido ese niño, le hubieras roto los huevos en la cabeza —aseguró Joshua, mientras él comía palomitas y yo un gran burrito de carne picada en su coche.

—Lo siento, me parece una niña con muy poco orgullo, por no hablar de su dignidad. Tan nula como mi sensibilidad —respondí, restándole importancia a las escenas vistas anteriormente.

—Si hubiera sido por ti, la película no duraría ni medio segundo.

—Ciertamente la película tendría un trasfondo diferente. ¿Enamorarte a los siete años? ¿A caso sabes limpiarte el trasero a esa edad como para confirmar que te has enamorado de un escéptico niño idiota?

—Oye, Bryce no es idiota. Tan solo no es tan inteligente como a Juli. Pero poco a poco va comprendiendo lo cretino que fue con ella cuando hay cierto momento donde ésta ya no lo persigue ni trata de buscar su atención.

TAN IMPERFECTOS COMO LA LUNA •1•  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora