Treinta y dos

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El día veintitrés de julio, fue un fantásticos día. Era domingo y Tom quería ir al cine, ya que no tenía función de teatro.
Ya había visto la obra y me pareció genial. Silvia lo hacía bastante bien. Era una buenísima actriz y se lo dije. Le aseguré, en broma, que me iba a quitar el puesto. Ella rió y dijo que eso era algo imposible.

El día comenzó con un desayuno que Silvia preparó. Mis tíos no estaban, pues se habían ido de vacaciones a España. Mi amiga se había levantado temprano y lo había preparado. Después, nos duchamos y Silvia dijo que tenía algo importante que hacer. La miré dudosa mientras metía en mi bolso las llaves, el monedero y el móvil. Estaba misteriosa y no sabía el por qué. Sabía que me ocultaba algo, por eso se lo pregunté:
-Oye, tú ocultas algo y no me lo quieres decir- le dije. Además de eso, llevaba un par de días que se arreglaba un poco más de lo acostumbrado.
-¿Yo?, ¡qué va!- contestó cogiendo su bolso.
Parecía nerviosa.
-Venga, tía. Te pasas mucho tiempo en el baño arreglandote, últimamente estás nerviosa y sé que me ocultas algo...
-¡Ay, Mary! Que bien me conoces. Mira es que he conocido a un chico. Es un extra de la obra de teatro. Se llama Michael, tiene veintitres años y es... es maravilloso.- dijo y se le iluminó la cara.
-¡Uy, tú estás pilladisíma por ese chico!. Así que has quedado con él, ¿verdad?
Ella asintió y se abrazó a mí.
Se escuchó el timbre de la puerta y fui a abrir, separándome de mi amiga. Era Tom.
-¿Qué pasa aquí?- preguntó a ver a mi amiga tan alborotada.
- Silvia tiene una cita.
-Creo que se con quien es. Puede ser que sea con Michael Heyman, uno de los chicos que hacen de extra, ¿no?.
-Si, es ese.- dijo ella sonriendo. En ese momento, se escuchó el claxón de un coche- Lo siento chicos, pero mi cita a llegado.
Después, me miró y dijo:
-Cuidado con lo que haces.
-Lo mismo te digo, amiga- le contesté.
Sonrió y se fue.
-¿Nos vamos nosotros?- preguntó Tom.
-Claro, cojo el bolso y nos vamos- contesté.
Fui a por el bolso, que lo tenía en el sofá y nos fuimos. Nos montamos en su coche y nos dirigimos a un restaurante. Era casi la hora de almorzar y Tom tenía hambre.
Mientras comiamos, le dije:
-Eres un glotón, Tom.
-¿Yo? ¿Por qué lo dices?- preguntó alzando una ceja.
-Porque te encanta comer. Ahora, ¿dónde vamos?
-Al cine, como ya te dije.
-¿Dos actores en el cine?-bromeé.
Tom rió, se encogió de hombros y siguió comiendo.
Cuando terminamos de almorzar, fuimos al cine. La gente, nos miraba sorprendida. Después de ver la película, fuimos a cenar a su casa. Sus padres, casualmente, tampoco estaban también de vacaciones.
Cenamos y luego, vimos un poco la televisión sentados en el sofá.
-¿Por qué no te quedas aquí y pasas la noche?- dijo besándome por el cuello.
- Tom, está Silvia. No quiero dejarla sola.
-Tiene diecinueve años y sabe cuidarse sola. Venga, quedate- contestó con la sonrisa que más me gustaba.
-Bueno... venga, me quedo. Pero déjame que la llame. No vaya ser que se asuste si no me ve llegar.
-Como quieras- dijo pasandome el teléfono.
Marqué el número de teléfono de mi casa y al quinto tono, Silvia cogió el teléfono.
-¿Si?
- Silvia, soy yo, Mary. Mira que voy a pasar la noche aquí en casa de Tom, ¿vale?. Te llamo para que lo sepas- dije levantandome del sofá.
-¡Ah, vale!. Muy bien. Pues que te lo pases muy bien, pero ten cuidado con lo que haces- dijo en tono pícaro.
-¡Muy graciosa!... ¡Ay!- exclamé cuando sentí los brazos de Tom rodeándome la cintura.
-¿Qué pasa?- preguntó Silvia un poco alarmada.
-Nada, que me he dado en un dedo.- le mentí mientras Tom me volvía a besar por el cuello.
-Vale, pues pasatelo bien. Besos- dijo y colgó.
-¿Cómo se lo ha tomado?- preguntó Tom mientras yo soltaba el teléfono.
-Esa está acompañada, no me tengo que preocupar.- dije sonriendo.
-¿Ves?. Ya te dije que no te tenías que preocupar por ella.
No me dejó hablar, porque empezó a besarme. Mientras lo hacía, me condujo a su dormitorio. Una vez allí, empezó a quitarme la cazadora. Sus besos eran bastante tiernos. Volvió a cogerme en volandas y a dejarme sobre su cama. Le quité el chaleco y sus besos aumentaron.
Con razón me dijo que esta noche sería inolvidable y que no me iba arrepentir de nada. Como ya le dije en una ocasión, no me podía arrepentir de nada con él.
Era todo lo que yo quería y estar con él era algo maravilloso.
Sólo quería estar con él el resto de mi vida, si podía ser posible.
Ojalá fuera así.

Un Amor Para Siempre (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora