Treinta y uno.

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El domingo, después de llegar a Nueva York, me quedé junto a Tom en el hotel descansando. El lunes se presentaba agotador.
El primer día de la semana, amaneció bastante soleado. Abrí las cortinas de mi habitación, a la vez que tocaban a la puerta. Cuando fui a abrir, vi que era Tom con el desayuno. Como siempre, sonreía.
-Buenos días, preciosa. ¿Qué tal has pasado la noche?
-Buenos días. Bien, la he pasado bien. ¿y tú qué tal?.
-Bien, también. Mejor si la hubiese pasado contigo.
- Tom...- me sonrojé levemente cuando dijo eso.
Me cogió por la cintura, sonrió y habló de nuevo:
-Venga, no seas tonta. Estaba hablando en broma.
-Ya, ya... ¿Desayunamos o no?
-Si, claro- contestó y nos sentamos a la mesa a desayunar.
No paró de reir y de hablar sobre todo lo pasado el viernes en Londres. Yo lo miraba embobada. Parecía otro. Contesté a todo lo que decía sin prestar atención a lo que le decía. Después de desayunar, me duché y, sobre la una y media, almorcé con Tom, Charlie y Marylin, los cuales habían viajado a Nueva York para el estreno de la película. Al terminar de almorzar, Marylin y yo subimos a mi habitación a vestirnos para el estreno. Me ayudó a peinarme y a vestirme. En esta ocasión, me puse una falda negra con camisa blanca y zapatos de tacón negros. Marilyn me ayudó a alisarme el pelo y a ponerme una diadema en él.
Una vez que terminamos de vestirnos, bajamos al vestíbulo para encontrarnos con Charlie y Tom . Luego nos subimos al coche y nos dirigimos al lugar del estreno.
En aquel lugar, había mucha más gente que en el estreno de Londres. En esta ocasión estaba más tranquila. Todo iba a salir bien...

Al cabo de tres horas, volví al hotel junto a Tom. Cenamos en el restaurante y luego subimos a las habitaciones. En el ascensor, me quité los zapatos. Volvía a tener los pies molidos.
Tom entró en mi habitación. Me dolía un poco la cabeza y no me apetecía quedarme sola.
Entré en el baño para cambiarme de ropa y, varios minutos después, salí.
-¿Puede ir a mi habitación a ponerme el pijama?
-¿Y desde cuando duermes con pijama?- le pregunté mientras me metía en la cama.
-¿A ti no te dolía la cabeza?- preguntó con una sonrisa bastante amplia.
-Claro que sí. Venga, Tom, quedáte.
-¡Uy! Después no me digas que soy el que quiere que te quedes siempre.
-Sólo te estoy diciendo que te quedes un rato porque me duele la cabeza, nada más.
-Ya- rió.- Entonces, ¿puedo ir a mi habitación a ponerme el pijama?
-Si, claro. Ve, no vaya a ser que te pase algo- bromeé.
Empezó a reírse y se levantó de la cama.
-Dame diez minutos y vuelvo, ¿vale?
Asentí y él salió de la habitación. Yo salí de la cama y encendí la televisión. Encontré una película y me puse a verla mientras Tom volvía. La verdad es que me encantaba la idea de dormir con él.

El martes, miercoles y jueves pasaron rápido. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en España para estrenar mi primera película. Estaba muy nerviosa. El estreno iba a ser en el Teatro de la Maestranza de Sevilla.
Mis padres iban a venir y Silvia  también. Seguro que estarían muchos de mis compañeros de facultad. Aquello me iba a resultar algo extraño. Varias compañeras de curso, me llamaron antes del estreno para desearme suerte. Me dijeron, también, que les iba a dar mucha alegría ver a Tom y que les encantaba tener como amiga a una actriz. Les agradecí mucho su apoyo.
Aquel estreno era especial. Era en mi tierra, en mi ciudad y con la gente que yo más quería.
Cuando me bajé del coche, junto a mi novio, no podía parar de sonreír. En las primeras filas, vi a mucha gente que conocía. Entre ellas, reconocí a mis amigas de la facultad, Gabriella y Sandra. Me acerqué a ellas y se abrazaron a mí. Eran muy buenas amigas y me habían demostrado todo su apoyo desde que supieron que había rodado una película junto a Tom. Éste, al ver que tardaba, se acercó a donde yo estaba y me pasó un brazo por la cintura. Mis amigas alucinaron cuando lo vieron. No se creían que Tom fuera tan simpático en persona. Se hicieron varias fotos con él, quedando encantadas con él.

Me despedí de ellas y entramos en el teatro. Allí dentro, vi a mis padres y me abracé rápidamente a mi madre. Ya le faltaba poco para que diera a luz a mi hermano. Después, me abracé a mi padre. Miré a Tom. Me acerqué a él, le cogí de la mano y lo llevé junto a mis padres.
- Tom, estos son mis padres. Enrique, mi padre, y Mariola, mi madre. Esta criatura que ves aquí, ya la conoces- dije señalando a Silvia.
Mi amiga me sacó la lengua mientras Tom saludaba a mis padres.
-Encantado de conocerte- dijo mi padre estrechando la mano de mi novio.
-Lo mismo digo, señor Sanz.
-¡Pero criatura, no nos llames señores!- exclamó mi madre- Tan mayores no somos.
Tom sonrió y dijo:
-De acuerdo.
Todos reímos y papá, se puso a hablar con Tom. Mis padres hablaban un perfecto inglés y a Tom le iba enseñando el español poco a poco.

Después del estreno, fuimos a cenar a un restaurante. La gente nos miraba, e incluso dos o tres nos pidieron un autografo y que nos hicieramos unas fotos con ellos.
Cenamos y luego nos despedimos de mis padres. Nosotros tres, Silvia, Daniel y yo, nos dirigimos al piso que teníamos en la ciudad. Tom pasó la noche con nosotras. Al día siguiente, paseé con Tom por Sevilla, para enseñarle por qué tenía la fama de ser la ciudad más bonita del mundo. Desde la catedral hasta el barrio de Santa Cruz. Desde el barrio de Triana al barrio de la Macarena.
Tom quedaba impresionado de cómo era Sevilla, tanto por sus monumentos como por su gastronomía.

Los días pasaron y ya estaba de vuelta a la rutina. Mis compañeros no pararon de mirarme durante un tiempo. Silvia, se encaraba con todos, o por lo menos eso hacía el tiempo que estaba en la universidad, porque se pasaba más tiempo en Londres que aquí.
Mis notas, pese a todo, eran estupendas. Mis estudios iban bastante bien. Seguía en contacto con Tom y hablaba con él casi todos los días por teléfono. Aunque todos los día me enviaba un correo electrónico.

Tío Richard me llamó un día, a mediados de junio, para decirme que un amigo suyo y director de cine, quería contar conmigo para una película. Se lo agradecí mucho, pero ahora mismo no podía, ya que estaba muy liada con los examenes finales. Si aún estaba en pie aquel proyecto una vez que hubiese acabado el curso, lo aceptaría encantada.

Silvia seguía con su obra de teatro y pronto empezaría un musical junto a otro actor, pero en esta ocasión, sería una de las protagonistas. Mi mejor amiga tenía una capacidad para poder llevar sus dos carreras, la educativa y la artística, a la vez. La envidiaba por eso.

Cuando julio llegó, los examenes terminaron. Una gran alegría tanto para mis compañeros como para mí. Silvia había venido desde Londres para poder hacer los examenes, pero en cuanto los terminara, se iría de nuevo.

Mamá tuvo a mi precioso hermano a finales de junio. Estabamos encantados con él. Lo llamaron Lucas, como habían acordado unos meses antes. Tenía el pelo como el de papá y mío, y los ojos, como los de mamá, azules. Era una completa ricura.

Apenas llevaba una semana de vacaciones, cuando me di cuenta del día que era: diez de julio. Hoy hacía un año de mi primer viaje a Londres. Me acordé de lo contenta que estaba ese día. Había que ver lo rápido que pasaba el tiempo.
Este verano me iba a ir allí, pero sólo de vacaciones. Después de un año tan movido, necesitaba unas buenas vacaciones. Silvia me dijo que tenía que ir a ver su obra de teatro. Eso era algo lógico. A parte de que quería ir a verla porque trabajaba ella, quería verla porque nunca había visto a Tom trabajar en el teatro. Qué también era algo nuevo para él.
Esperaba tener unas vacaciones bastante tranquilas y sin sobresaltos.
O eso pensaba...

Un Amor Para Siempre (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora