Veinticinco

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La mañana del veintiocho amaneció soleado pero fría. Abrí las cortinas para que entrase un poco de sol en mi habitación, aunque este sol no se parecía nada al que había en Andalucía.
LLamaron a la puerta. Fui a abrir y era una camarera con el desayuno. Acaparó mi atención una rosa con una nota. Me pareció extraño:

TE ESPERO ESTA NOCHE,
A LAS SIETE, EN EL
RESTAURANTE DEL HOTEL.
NO TARDES. BESOS.
TOM.

¿A qué venía esto? ¿Sería una broma? Hoy era el día de los Santos Inocentes, pero espero que no fuera una broma. Tom tenía fama de simpático, pero no creo que ahora me gastase una broma.
Me duché, me vestí y fui a buscar a Tom a su habitación. Llamé varias veces, pero nadie abría. Pasó por allí una camarera de piso y me dijo:
-El señor Felton no está en su habitación, ha salido muy temprano.
-¿Qué ha salido?. Pues a mí no me ha dicho nada... Muchas gracias por decirmelo.
-De nada, señorita.
Volví a entrar en mi habitación. Miré el reloj y sólo eran las nueves y media de la mañana. No sabía que hacer. Menos mal que me había traído mi ordenador portatil. Lo encendí y me puse a buscar cosas por internet. Encontré en una página, un titular que me llamó la atención:

"El actor inglés, Tom Felton, tiene novia: la joven actriz Mary Sanz"
Leí también la noticia que lo acompañaba:
"Tom Felton, de veintinueve años, confesó ayer en un programa americano que tenía novia. Se trata de la joven actriz española Mary Sanz. Se trata de una chica de diecinueve años, sobrina de la reconocida actriz Carol Sanz, que ha participado en la película "Un sueño hecho realidad" junto al joven actor inglés.
Esperamos que esta pareja dure bastante y no sea un amor pasajero."

Me quedé perpleja al leer aquella noticia. Por lo menos no decían nada malo, aunque no tardarían en hacerlo. Seguro que a estas alturas, Samantha Rose ya sabría lo que había hecho Tom. Estaría furiosa, pero esta vez no me iba a pillar desprevenida como aquella vez que dijo que yo estaba engatusando a Tom.
Apagué el ordenador y decidí buscar algo apropiado para aquella cita, por decirlo de alguna manera.
Por mucho que buscara, no encontré nada que me gustase. ¿Por qué no había puesto en mi maleta un simple vestido?. Tenía el que me había regalado Alex, pero no me apetecía repetir vestido dos días seguidos si no era necesario. Así que decidí ir de compras a las tiendas que había cerca del hotel. Me puse el abrigo, unas gafas de sol y bajé a recepción. Salí del hotel y giré a la derecha. Entré en una tienda, pero salí de inmediato, pues era muy elegante. A los pocos metros encontré otra, pero también salí de inmediato. Demasiado cara para mi gusto. Cruzé la calle y encontré una apropiada.
Busqué y busqué hasta que encontré el vestido perfecto, en un color rosa precioso. Pagué y salí de la tienda dirigiendome de nuevo al hotel. Cuando llegué a mi habitación, extendí el vestido sobre la cama.
Sonreí.
Miré la hora y decidí bajar a almorzar, aunque fuera sola. Tom no había dado señales de vida en toda la mañana. Mientras entraba en el restaurante y me sentaba en la mesa, llamé a mi novio por el móvil.
-¿Dónde estás?- le pregunté cuando me cogió la llamada.
-Estoy en... Central Park. Pero estate tranquila que ya mismo estoy allí.
-¿Y qué haces allí? ¿Por qué no me has dicho nada? Llevo toda la mañana sin saber de ti.
-Lo siento. Ha sido un imprevisto. Te tengo que dejar. Luego te veo. Te quiero- dijo y colgó.
Miré a mi móvil, atónita. Lo guardé en mi bolsillo y me puse a almorzar.
A veces me preocupaba que Tom estuviese volviéndose loco.

Aburrida en la habitación me pasé toda la tarde hasta la hora que Tom me había dicho. Fue tal mi aburrimiento, que decidí ducharme de nuevo antes de vestirme. Me llevé un buen rato para ponerme el vestido, los zapatos y para peinarme. Cuando ya estuve preparada, miré el reloj y sólo marcaban las seis y media. Me desplomé en un sillón, pensando en lo lentas que pasaban las manecillas del reloj. Agudicé el oído por si oía la puerta de al lado, la de la habitación de Tom, pero nada.

A las siete menos diez me puse bien el vestido, me pasé el cepillo por el cabello y decidí bajar al restaurante. Iba pensando en decirle a mi novio que, por lo menos, me podía a ver dicho a dónde iba a ir. De esa manera llegué al restaurante y, ni di cuenta de que Tom estaba en la puerta, esperándome. Incluso tropecé con él.
-Oye, ¿Qué te pasa? ¿En qué estas pensando que no ves a nadie?- preguntó él cogiéndome por los hombros.
-¡Ay, perdona! Estaba pensando en que quería decirte algo...
-Y no te diste cuenta que yo estaba en la puerta, ¿no?
Vi que sonreía.
-No, no me di cuenta- dije y Tom me cogió de la mano- ¿Por qué me has citado aquí?
-Bueno... yo... yo quería decirte todo lo que significas para mí y agradecerte que hayas entrado en mi vida. Lo eres todo para mí. Eres mi sueño hecho realidad.
- Tom, tú también lo eres para mí.- contesté sentándome en la mesa.
Parpadeé varias veces y respiré hondo. Aquello me pareció un dèjá vú .
Me percaté que no había nadie en el restaurante salvo nosotros dos. Volví a mirar a Tom, que estaba sonriendo.
-¿Por qué no hay nadie aquí?
-He conseguido que cierren el restaurante para nosotros dos.
-¿Y por qué has hecho eso?
-Quiero una noche tranquila contigo sin nadie que nos miren.
Aquello me gustó. Sonreí.
-Estás loco, Tommy.
-¿Tommy?, ¿Desde cuando Mary Sanz me llama Tommy?- dijo con una sonrisa de lo más amplia.
-Desde hoy. Nunca me he atrevido hacerlo, pero hoy si. No sé por qué.
-Me gusta- rió- ¿Quieres cenar ya?
-Claro, entonces, ¿para qué hemos venido?.
Tom levantó la mano y un camarero trajo la cena. Durante ésta, hablamos de todo. Lo noté mucho más cariñoso que nunca. No sé por qué, pero aquello me gustaba. Terminamos de cenar y salimos del restaurante. Volvió a cogerme de la mano y nos dirigimos al ascensor. Llegamos al piso donde están nuestras habitaciones. Pensé que cada uno se iba a la suya, pero vi que no era así cuando no me soltó la mano al llegar a mi habitación. Entramos en la suya y entonces me soltó.
-¿Qué hacemos aquí?- le pregunté extrañada.
-¿Te molesta estar aquí?
-No, claro que no.- sonreí.
-No te lo he dicho antes, pero hoy estas realmente guapa. Ese vestido es muy bonito.
-Gracias. Tú tampoco estás mal- dije, y era verdad. Iba con unos pantalones negros y una camisa blanca.
Se acercó un poco más a mí, se inclinó y empezó a besarme. No era un beso como los demás, sino más apasionado y dulce. Sus manos rodearon mi cintura y las mías, su cuello.
-Sabes lo mucho que te quiero, ¿verdad?- preguntó mientras seguía besandóme.
-No, no lo sé- mentí.
No respondió, sino que siguió besandóme.
Noté que bajaba la cremallera de mi vestido y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Mis manos temblaban mientras le quitaba los botones de su camisa. Mi vestido cayó al suelo y su camisa, también. Me quité los zapatos cuando él me cogió en volandas para llevarme a la cama. Me dejó suavemente allí, mientras él se ponía encima. Mis manos recorrían su espalda mientras las suyas recorrían mi cuerpo.
No dejaba de besarme.
Si alguna vez soñé que este momento fuese así, la realidad era mucho mejor. Tom era todo dulzura.

Cuando desperté, eran las siete de la mañana.
Creí que lo vivido la noche anterior había sido un sueño hasta que me di cuenta que los brazos de Tom me tenían abrazada.
Sonreí con ganas y suspiré.
En ese momento, se despertó y me miró sonriendo:
-Buenos días, ¿qué tal has dormido?
-Estupendamente. Creo que nunca he dormido mejor, ¿y tú?.
-Lo mismo digo- contestó.
Se levantó de la cama y fue al baño. En cuanto salió, volvió conmigo a la cama.
-¿Cómo se te ocurrió esto?- le pregunté.
-No se me ocurrió, simplemente ha sucedido.
-No sé que pensar- dije poniendo cara de que no me lo creía.
-¡Qué mal pensada eres, Mary!
-¿Yo? Lo único que he dicho ha sido que esto me ha parecido que lo has tramado.
-Ya... Me quieres decir que no te ha gustado ¿no?- dijo en tono ofendido.
-¡Bah!, estoy bromeando- le dije sonriendo.
-No me lo creo- contestó. Parecía enfadado.
- Tom...- empecé a decir, pero él empezó a reírse a carcajadas.
-¿Te has creido que me he enfadado?- dijo entre carcajadas.
-¡Eres tonto!- exclamé y me volví hacía la derecha.
Él se inclinó, ya sin apenas reirse, y dijo:
-No te enfades. Ya sabes que me gusta hacer bromas.
Suspiré.
-Esto no estaba planeado, ya te lo he dicho. La cena sí, pero esto no. Aunque si te digo la verdad, me alegro de que haya pasado.
Me volví hacía él.
-Yo también me alegro de que haya pasado.
-Entonce, ¿no te arrepientes?
-Contigo no me puedo arrepentir de nada, Tom.
Me acarició la mejilla y dijo:
-Te quiero.
-Te quiero.
Me besó, cogió el teléfono y pidió el desayuno.
Mientras me vestía y Tom se duchaba antes de que viniese el desayuno, no pude dejar de pensar que aquella noche fue inolvidable.

Un Amor Para Siempre (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora