Aquella chaqueta, que lo acompañó en el duro día que tuvo, finalmente yacía sobre las sábanas de aquella habitación tintada de rojo. Horacio la observó más de lo que una persona normal miraría a una prenda. Pero es que no se trataba de solo ropa para él; se trataba de una muestra de que su Volkov seguía ahí.
¿Por qué alguien que no lo recordaba haría algo como darle su chaqueta? Bien pudo salir de la habitación y pedir algún pijama al personal del hospital, incluso podría haber ido a la tienda más cercana. Sin embargo, a pesar del frío que abrazaba a la ciudad de Los Santos, Viktor Volkov decidió darle su chaqueta para cubrirlo de las bajas temperaturas. Y no la pidió de vuelta.
Lo había visto, simplemente tomó una nueva y se vistió con ella como si no pudiera pedirle la suya de vuelta.
Horacio suspiró, desviando la mirada de su cama y se dirigió a la ducha, decidido a tomar un baño con agua caliente. Quería quitar toda la tensión que acompañaba a sus músculos.
Mientras tomaba el baño, justo cuando el jabón acariciaba su cuerpo y generaba un creciente alivio al masajear sus pantorrillas, recordó cómo la fragancia del ruso le acobijó durante todo el día. Era como tenerlo a su lado, incluso en esos momentos de tirantez como cuando estaba frente a su padre.
Era, sin duda alguna, una especie de calmante para él.
Se preguntó si Volkov, quien en ese momento se encontraba acostado en su habitación, se dio cuenta del impacto que causó al darle aquella chaqueta. Se preguntaba si había manera alguna de que Volkov asociara cosas con él, y si esa necesidad de protegerlo seguía ahí a pesar de no recordar porqué quería hacerlo.
Se quedó en la bañera más tiempo del que planeaba, solo el agua comenzando a perder esa temperatura cálida y agradable le avisó que debía salir si no quería enfermarse. Poco después de haberse secado, se colocó un pantalón de chándal y se sentó en el borde de su cama.
La prenda azul con letras amarillas seguía ahí, y de pronto Horacio tuvo el dilema de si debía devolvérsela a Volkov o si conservarla no era pecado alguno.
Conservarla porque había significado algo muy importante para él. Conservarla porque, si Volkov no lograba recordarlo nunca más, al menos le quedaría ese detalle de que un ruso amnésico seguía queriendo protegerlo a pesar de todo.
Ese hombre que perdió la memoria, y aun así le seguía a todos lados como antes solía hacerlo. Le costaba asimilar que no lo recordaba, puesto que no actuaba como creyó que lo haría en ese estado. Seguía a su lado, casi como si un imán lo atrajera a él.
Seguía con él, cumpliendo una promesa olvidada. Llevándola tatuada en el corazón.
Horacio no supo en qué momento se fue acomodando entre las colchas, hundiéndose entre el montón de telas y abrazando la chaqueta azul. Tal vez, solo tal vez... no era un pecado si se la quedaba. Al menos por esa noche, podría abrazarla e imaginar que era Volkov.
Podría dormir envuelto en el suave aroma que perduraba en la prenda, esa fragancia que le gritaba que las cosas se pondría mejor, incluso cuando parecía que no sería así.
Por esa noche, se permitió llorar y empapar el cuello de la chaqueta. Solo quería a Viktor Volkov de vuelta.
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ONE SHOTS | VOLKACIO
FanfictionHistorias individuales sobre Volkacio, bastante cortas.