Febrero
Me mire al espejo, juraría que tenía ojeras debajo de mis ojos. A esas horas no estaban puestas las calles. Con calma cepille la maraña rubia que tenía como pelo y me hice una trenza sin mucho esmero, tenía demasiado sueño como para pensar intentar peinarme como una persona decente. De tanto restregarme los ojos iban a parecer rojos en vez de azules, me pondría en modo vampiro devora café a este paso.
La verdad es que aquel día iba a ser de los más emocionantes del mes. Ya pasaba la mitad de febrero, el romanticismo y las cursilerías por fin estaban acabando. Podía respirar tranquila y no querer vomitar viendo a novios felices dándose besitos por la calle, mientras la chica, toda roja ella, sostiene las flores, bombones, o cualquier derivado asociado a San Valentín que su espectacular novio la ha regalado. Si, se puede notar que tengo especial rencor hacia el sexo opuesto, no es que me hayan tratado muy bien que digamos.
Pero hoy era mi día. Bueno, no solo mío. También de mis amigas. Y es que por fin estábamos en el último curso de la universidad, y tras mucho esfuerzo y asegurar fechas y hablar con nuestros respectivos jefes, habíamos conseguido una semanita para nosotras. Aunque nuestro plan inicial era irnos al Caribe (cosa que se había quedado pendiente por falta de pelas, ya que nuestros sueldos en las prácticas eran nulos, vida de becarias), habíamos conseguido un hotel de gran lujo en Las Canarias a mitad de precio. Y todo gracias a la agencia de Lola y su pura potra al hacer la reserva entre ella y una compañera. Así que nos íbamos a huir del frio a un hotel en Fuerteventura, e iba con todas las de arrasar en la isla canaria. Como bien les había dicho a las demás, de algo me tenía que servir ser la única soltera del quinteto.
⁃ ¡¡Mirei!!- el grito de mi padre podría haberse oído hasta dos calles de distancia-. ¡Si quieres que te lleve al aeropuerto baja ahora mismo! - Y quizás también había levantado a algún vecino si su alarma aun no había sonado.
No me moleste en contestar, sabía que no me oiría y que eso significaría un nuevo grito. Tiré el bronceador en la maleta, la cerré, puse el candado, cogí el bolso y abrí la puerta. El inconveniente de vivir en una casa era tener que bajar las maletas a pulso por las escaleras hasta llegar a la calla, y de fuerza no es que anduviera muy sobrada. Iba a ser gracioso en Canarias con las maletas de un lado a otro.
Cogí la maleta, que pese a que se había visto medio mundo aún aguantaba, y la levanté. Al instante me reprendí a mí misma por llevar tantas cosas. Debía de empezar a hacer listas con las cosas necesarias y no a meter todo el armario ahí dentro. Tome aire y empecé a bajar poco a poco los escalones, procurando mantener el equilibrio. Al menos la maleta de mano estaba completamente vacía, tenía que traer algunos regalos y quizás encontraba algo que comprarme de recuerdo por ahí. Según tenía entendido habíamos cogido varias excursiones, aunque Lola lo había mencionado de pasada.
Mi padre me reprendió con la mirada en cuanto pise el primer piso. Le molestaba más al pobre que a mí el hecho de llegar tarde, y mira que le había dicho que mis amigas no solían ser especialmente puntuales, en especial Nerea, que daba igual si quedábamos frente a su casa, llegaba 15 minutos tarde como mínimo.
La puerta del salón se cerró tras mi madre, que se ponía el abrigo y cogía el bolso que había dejado en el pasillo. Mierda, el abrigo.
⁃ ¿Podéis ir metiendo las maletas? Con esto de que allí hace calor ni me acorde del abrigo.
⁃ Subes y bajas más que un tonto por esa cabeza tuya.
Miré de soslayo a mi querida madre, pobre Alma, que razón tenía.
Llegamos al aeropuerto de Madrid, atestado como el sólo, y eso que era bien temprano. Estaba amaneciendo en estos momentos. Menos mal que estábamos en la T2 y que habíamos venido en coche, porque si me hubiera tocado venir en metro, e ir a la T1, podría haber tardado la vida. La comunicación de la terminal no era su fuerte.
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Incondicional (Luke Hemmings)
Fanfiction-¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así? -pregunté desesperada. Él apretó los puños y miró al suelo. -Porque jamás pudo ser de otra forma.