Capítulo 2.

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ELISABETH.

Hoy era el primer día que íbamos a controlar las carreras. Iba a resultar sencillo porque siempre acudíamos, solo que hoy iban a cambiar las normas.

Aiden y yo siempre íbamos con los mellizos Lodge: Lena y Dylan. Nos conocíamos desde los seis años y desde entonces, no nos habíamos separado nunca. Lena era mi mejor amiga, era como la hermana que nunca había tenido.

—Voy a decírselo a Lena y a Dylan.

Aiden asintió.—Le toca correr a Dylan.

Hacía tres años que habíamos empezado a ir a las carreras y, como sabían que éramos hijos de Emma y Hache nunca nos habían vetado la entrada.

Nos encontrábamos en el salón cuando mi padre entró.

—No podéis contárselo a Los Lodge.—Me miró más a mi que a Aiden.—Aunque vayan a las carreras.

—Lo sé, papá, pero son como de la familia.

—Si, Liz, pero no los podéis poner en peligro. Bastante tengo ya con que hayáis entrado vosotros en el negocio.

Sonreí. Adoraba a mi padre. Todo el mundo decía que éramos como dos gotas de agua, pero yo no lo veía así. Era cierto que teníamos un carácter muy similar y mis tatuajes imponían a la sociedad, pero mi padre tenía mucho más recorrido que yo.

—Tranquilo. Estarán a salvo y vosotros tendréis información tarde o temprano. Aunque debo avisaros que desde el año pasado, viene gente nueva a las carreras.

—Contábamos con ello. Puede haber gente infiltrada desde hace bastante tiempo, por eso hay que estar atento a cualquier cosa. Si veis una cara nueva esta noche, no quiere decir que sea un miembro de Los Cobra. Hemos podido estar cara a cara con ellos ya.

Aiden y yo asentimos. No sabíamos que iba a pasar esta noche, pero lo que sí estaba claro era que íbamos a hacerles saber a todos quienes eran Los Fernández.

                                               
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Las carreras siempre tenían bastante ambiente. Como había dicho antes, mucha gente llevaba uniéndose desde el año pasado.

Aiden estaba con Dylan preparando el coche para la carrera y yo me encontraba con Lena reclutando participantes. Normalmente solían ser carreras de cinco corredores y para participar tenías que pagar cinco mil. Aunque en algunas ocasiones, se enfrentaban dos corredores por una cantidad de dinero bastante grande y, además, el perdedor tenía que darle su coche. Así fue como gané uno de mis coches favoritos: un Lamborghini Aventador negro mate. Tenía dos Lambo ya que eran mi perdición. El otro era en color rosa oro y ambos eran mi mayor trofeo.

Nos acercamos a un grupo de chicos que estaba preparando su coche ya que faltaban dos corredores aún. Eran de los habituales.

—¿Quién de vosotros va a correr?—Pregunté.

—Yo.—El chico, que parecía de mediana edad, me entregó el fajo de billetes.

—Y tú, preciosidad, ¿no vas a correr?—Me preguntó uno de ellos.

—Hoy no.

Sonreí al verles suspirar de alivio. La verdad era que eran unos hombres bastante agradables. Siempre nos habían tratado bien y nunca nos habían faltado el respeto. Era cierto que la mayoría de corredores eran hombres.

—¿Eres tú la que controla las carreras?—Me sobresaltó una voz grave.

Un chico, que no había visto antes, me enseñó los cinco mil. Era moreno, muy atractivo y me sacaba un par de cabezas. Sus ojos eran de color negro e imponían bastante, pero no iba a dejar que se me notara. Sus brazos estaban tatuados al completo.

EL LEGADO. Saga H3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora