Había salido a caminar después de visitar a Shiro junto a Madara y se había topado con una chica de cabello negro, tenía un mechón blanco que resaltaba, parecía concentrada mientras golpeaba el tronco con patadas consecutivas.
Permaneció quieto, en menos de un segundo comenzó a tirar golpes con ambas manos desnudas, alcanzó a ver los moretones que estaban debajo de sus mangas.
Decidió acercarse.
Inmediatamente la azabache reaccionó, rauda, lanzó un kunai en su dirección rozandolo.
—¡Hey, vengo en son de paz!
—¿Quien eres? —habló entrecerrando los ojos con desconfianza.
El castaño sonrió.
—Soy Hashirama, disculpa la interrupción, pero me preocupó ver como dañas tus manos.
La azabache permaneció en silencio unos segundos, no acostumbraba a ser tratada con tal atención.
—Ah —no supo que contestar.
—¿Esta bien si-?
—Sería mejor que te vayas, no puedo desperdiciar tiempo en banalidades.
—Pero es tu cuerpo... —musito como si estuviese preguntando el nombre de la joven.
—Soy Reiko —contestó —Vete, estoy ocupada.
Hashirama no respondió, retrocedió una mirada antes de irse.
Lo que Reiko no se espero, fue verlo al día siguiente de nuevo ahí.
—¿Que haces aquí?
—Te traje esto —sacó una bolsa de tela de su espalda.
La azabache no contestó.
—Dejaré esto aquí y me iré para no molestar más —hablo el castaño con una sonrisa, agitó su mano —Cuidate Rei.
Reiko se quedó de pie mientras Hashirama desapareció entre los árboles, observo la bolsa, sintió curiosidad por lo que se acercó y la abrió.
Había un par de vendas, ungüento y un bento.
No supo por qué, pero terminó por llevarse aquel peculiar regalo sin saber que aquel chico la había observado alentandolo a seguir con aquellos detalles.
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