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La luz había vuelto hace media hora. Pero los dos jóvenes preferían quedarse a oscuras en la habitación. Jake se encontraba sobre Sunghoon siendo rodeado por sus pálidos brazos y su cabeza se acomodaba entre el hombro y cuello del mayor, escondiendo así su rostro. Cada tanto el pelinegro acariciaba las hebras del menor y este se acurrucaba al tacto.

Le hubiera gustado decir que se habían dado millones de besos aquella noche. Pero solo fueron tres. Aunque los tres más largos que recordaba. Era tan adictivo desde el primer bocado y Jake quería más de aquel sabor.

─Hyung... Deme otro beso.

─Eso sonó como una orden...

─Es una orden. Béseme.

Sunghoon rió feliz, era una caja de sorpresas infinitas. Lo notó moverse y sentarse encima suyo con sus piernas a cada lado de su regazo y poco a poco se fueron acercando hasta que sus narices se encontraron y acariciaron con temor. El azabache tenía miedo de romperlo y Jake no tenía miedo a nada. ¿Y si se estaba enamorando?. Jake sentía que tal vez con su padre no podría hablar de lo que pasaba con Sunghoon como aquella vez. Quizás, esta vez podría darle una oportunidad a su madre.

Dejaron de jugar con el roce de sus narices para que sus labios nuevamente encajaran. No era como el primero, en este si intentaron moverse simultáneamente, aprendiendo a como tocarse con cuidado. Sunghoon tenía mucho cuidado, y Jake jugaba con un frasco de vidrio libremente. Mientras el azabache contenía sus ganas por dejarlo todo allí y encariñarse de más con Jake, el castaño deseaba que no hubiera contención.

El chasquido de sus bocas tras el movimiento era el morbo de sus impulsos en esa tormenta que aún permanecía fuera de la casa. En medio del beso sonrieron y sus dientes chocaron. No se alejaron pero sí relamieron sus labios al mismo tiempo a la vez que sus ojos seguían fijos en los labios ajenos. Jake le dejó varios piquitos ocasionando que Sunghoon riera enternecido.

─¿Cuándo crees que acabará la tormenta?─ preguntó el menor.

─¿Ya quieres irte? Pensé que te estabas divirtiendo conmigo.

─Lo estoy. Lo hago─ conocía la definición de diversión; actividad o afición que hace pasar el tiempo de manera agradable o sirve de pasatiempo. Tal vez Sunghoon no era su pasatiempo, pero sí su momento agradable. Corría con la suerte que entre tiempo agradable y pasatiempo hubiera una "o" que le diera a entender que, o era uno o era el otro. Definitivamente era uno.

─Me vas a volver loco, niño...

─¿Eso no es bueno?

Los ojos de Sunghoon se volvieron dos medialunas su sonrisa de dientes blancos y perfectos se asomó por sobre sus labios. Sacudió el cuerpo del menor envolviéndolo entre sus brazos para luego proporcionarle caricias en su pancita. Las caricias para Jake eran cosquillas que le hacían retorcerse sobre el regazo del azabache.

─Pa-para─ dijo entre risas y lágrimas al no poder soportarlo más. Sunghoon reía junto con él y entre las sábanas que los rodeaban y abrazaban cayeron rodando al piso de la habitación. Quedando el mayor sobre el cuerpo del menor.

─Tenía razón...─ susurró el pelinegro cerca de su rostro.

─¿En qué?─ curioseó el castaño en el mismo tono de voz.

─Eres muy bello─ y una vez más, se encontraban fundiendo sus labios entre sí. Eran pegamento sin necesidad de haber papel de por medio. Como dos imanes que no dejaban de atraerse eran perfectos así, sin importarles nada. Porque la tormenta estaba afuera, siempre estaría afuera y ellos ahora se encontraban adentro.

SILENT BURST [JAKEHOON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora