Maestro de danza

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Clair De Lune (1905) · Claude DebussyClassical Best · ℗ 2009 Essential World Masters

Released on: 2009-06-01Music Publisher: Label Controlled


Viernes 13 de noviembre de 1992


El alba derretía la escarcha de calles y tejados, pasando por alto el manto blanco sobre cada retazo sombrío de la ciudad.

Una melodía provenía de un piano, robando suavemente a sus oyentes del sueño.

Interpretada por dedos expertos, Claro De Luna, de Claude Debussy, extasiaba con una fina mezcla de sosiego y nostalgia, hurtando sonrisas a los dormilones que, cómodos en sus camas tras la desapacible noche, tardaban en reaccionar.

Jacob fue el primero en ponerse de pie, identificando el sonido como demasiado nítido y acogedor para provenir de la radio. De regreso en su infaltable bata y pantuflas, salió de la habitación para investigar, mientras los demás eran arrullados por la incesante melodía. Subió por la escalera silenciosamente, guiado por sus oídos.

No había nadie ahí...

Hallándose solo en el salón de danza, clavó la mirada al techo; la música provenía de ahí arriba, ¿cómo era posible? Pensativo se llevó la mano al mentón pero, embelesado por la bella interpretación, no era capaz de desentrañar el misterio.

Su tranquilidad terminó de un salto, cuando una mano tocó su hombro y otra cubrió su boca.

—Silencio —susurró Ian. Contuvo la risa al liberarlo, el peliblanco lo fulminó con la mirada.

—Ian, no me asustes así. Avisa cuando llegas, pareces delincuente entrando así —susurró el regaño, cómplice de lo que fuera que acontecía.

—Perdón, tenía que quitarte la cara de estúpido. Nuestro amiguito encontró un piano —comentó contento.

—¿Es Hangi? ¿Regresó? —«Ay, no...». Su expresión decayó.

—¿Quién más? —habló bobo. Jacob estaba decepcionado.

—Ian, esto es malo —raspó la voz para no alzarla.

—Malo eres tú—acusó manos en alto, negando la mirada—. El chico obsequia este hermoso concierto, ¿y tú te fastidias porque regresó?

—Agh. Es verdad... —Abatido le dio la razón—. Ahora que recuerdo, mi mamá guardó un piano en el desván cuando era niño.

—Oh, siglo pasado, ¿aún sirve tal fósil? —Fastidiar era su pasatiempo.

—No. Desde ese entonces le faltaban cuerdas y macillos —explicó comenzando a entender lo que pasaba—. Oh... Supongo que eso no importa en el caso de Hangi.

—Es igual a él —concluyó sin burla, aún así ganó la mirada decepcionada de Jacob, a quien no le parecía bien la comparación.

—Idiota —resopló en desaire, viéndolo de arriba a abajo antes de voltear hacia la escalera. Alguien subía.

—¿Es ahí arriba? —John se unió a los susurradores, tan sorprendido como los otros dos por el origen de la melodía.

Jacob repartió instrucciones con un par de gestos y el mayor obedeció: fue por la escalera de tijera.

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