¿Celos amistosos?

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No era la intención de Gabi golpearlo. Era un muchacho bruto que solía jugar a golpes con sus compañeros de equipo, especialmente desmedido con Ian por ser un burlón más alto que él, pero jamás aplicaba esos juegos con Teo. Había una excelente razón; el castaño era delgado, quejumbroso, y su llanto falso lo suficientemente convincente como para llamar a una ambulancia, mandar a quien fuera a prisión, o causar a su amigo una crisis de ansiedad al no dejarle saber si realmente se había lastimado.

Gabi podía repetir "lo siento" con la velocidad de un rapero experto. Su gentileza no mejoró al alzar al herido del suelo y sentarlo en su cama rápidamente; Teo se mareó y sostuvo lo alto de la cabeza. ¿Realmente se había golpeado con la parte baja de la mesa de noche? Era difícil creerle, pero aún más no preocuparse si gimoteaba hecho un huevito en el colchón.

Para variar, Gabriel estaba en shock.

—¡Estúpido! —El castaño le propinó una patada oportuna en el muslo, a la que Gabi no respondió. La agresión era una pista, daba a entender que a Teo realmente le dolía—. ¡Trátame bien! ¿No ves que estoy chiquito?

—Eres de mi altura y nueve meses mayor que yo —Meditó seriamente, en voz alta.

Para Gabriel todo tenía un orden lógico, era medible y calculable. Menos Teo y sus disparates, para entenderle necesitaría un manual. Trataba de descifrar la verdad sin minimizar su queja, pero estaba fuera de su escasa inteligencia emocional.

—Pero tú eres más grande, ¡compórtate! —objetó el castaño ofendido. Gabi rodó los ojos exasperado, pensando: «¡eso intento. De verdad eso intento!».

—¿Te golpeaste de verdad? —Era la información puntual que necesitaba.

—¡No! Me gusta llorar ¿Qué crees? —¿Aquello era una ironía?

—Siempre lloras, por eso pregunto —Su preocupación estaba a punto de borrarse a causa de la confusión. Sólo quería una jodida respuesta; sí o no.

—¡Ah! ¡Mira!

Una ínfima gotita de sangre en el dedo de Teo desató un grito y su exagerado llanto. Sí se había golpeado. La verdad ni siquiera le dolía, pero tenía una excusa para hacerse la víctima, ordenar a su amigo recoger sus mantas y almohadas mientras él, "el herido", se vestía para ir a desayunar.

No. No iban a bañarse, era domingo libre; eso quedaba para el anochecer, cuando regresaran asquerosamente sudados tras jugar tenis.

Pasando por alto el absurdo accidente y su ridícula lesión, todo estaba bien. Gabriel entendió, tras ordenar la cama de su amigo, que había sido estafado; Teo tarareaba demasiado contento como para estar realmente adolorido.

«Me tienes de payaso». Era ligeramente indignante, a la vez le gustaba el juego. Que Teo se hiciera mimar como un niñito tenía un encanto extraño. "Trátame bien ¿No ves que estoy chiquito?", solía decir. Era descarado de su parte, pero eso convertía a Gabi en el hermano mayor y responsable mediante alguna mecánica inentendible, ¿o no? Era la lógica de Teo, por definición ilegible, pero si él lo había decidido así: así sería. Gabriel podía alardear de ser más fuerte y maduro que él, y eso lo contentaba.

Iniciaba un día perfecto para el introvertido, sólo eran él y... «Un momento. ¿Él también está?», recordó al fantasma como un golpe en el estómago.

Teo charlaba a gusto en la cocina. Gabi lo escuchó desde el pasillo; el castaño contaba a Hangi la "trágica historia" de su nueva lesión, dejándolo a él como un villano, o por lo bajo un bruto violento. «Indignante...».

El fantasma reía a gusto con la historia, desayunaba ante Teo en la mesita de la cocina, aquella que disponía únicamente de dos sillas. Las que, según Gabriel, eran para él y Teo.

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⏰ Última actualización: Jun 20 ⏰

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