➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑𝟏 ᘒ ꒦ 🜸

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De inmediato quedan enganchados en una gran maraña de extremidades que se debaten. Resoplidos. Insultos. Piel desgarrada. Los choques de un cuerpo contra otro llenan el aire.

-¡Paren! ¡Paren! - Grito, dando saltos para esquivarlos. Ellos dos ruedan por el suelo, retorciéndose. Guijarros y piedras se sueltan y descienden por la pendiente, perdiéndose en la codiciosa y ávida oscuridad.

-¡Jaemin! - Grita Haechan, que aparece a mi lado. Y Yeonjun, junto a él. Afortunadamente, el resto del grupo sigue perdido en su pequeño mundo de fiestas, en la distancia, ignorantes de la pelea.

-¿Ese es Johnny? - Yo asiento, muy nervioso.

-¿Quién es Johnny? - Pregunta Yeonjun.

Jeno se retuerce, se alza por encima de Johnny y le propina un puñetazo en toda la cara. Yo me sobresalto al oír el crujido de hueso contra hueso. Noto el sabor a cobre de la sangre entre los dientes, y me doy cuenta de que me he mordido un labio. Johnny ríe fríamente, tocándose la sangre que le brota de la nariz. Y algo murmura en mi cerebro: «Jeno no debería ser más fuerte que Johnny». Johnny es el Draki más fuerte que conozco. Es un ónix inagotable. Haechan me rodea con un brazo: todo lo sucedido entre nosotros está olvidado.

-Haechan. - Susurro, agarrándome a él.

-Tranquilo. Estoy aquí. - Y yo me siento fatal; me invade un intenso arrepentimiento. Debería habérselo contado. Debería habérselo contado todo.

Usando los pies, Johnny se libra de Jeno empujándolo con todas sus fuerzas. Con toda la fuerza de un Draki. Jeno aterriza de costado, con la cara crispada. Johnny salta en el aire tras él y se enzarzan de nuevo. Ruedan juntos, bajando por la ladera. Yo grito al ver que siguen rodando, cobrando velocidad, mientras no dejan de propinarse puñetazos. Y entonces Jeno debe de advertir qué está pasando, pues deja de pelear y clava los dedos en el suelo para agarrarse.

La tierra roja se suelta. Jeno se queda con las manos vacías, aferrando el aire. Todo ocurre muy rápidamente. Veo la cara de Jeno; sus ojos desorbitados; la boca, helada en un grito; el sonido de piedras que se deslizan veloces. Me separo de Haechan y corro hacia él, aunque me detengo justo antes de que la pendiente se vuelva demasiado pronunciada. Con el corazón en la garganta, veo cómo Johnny y Jeno desaparecen de la vista; son una mancha difusa que resbala por la cuesta rocosa.

-¡Jeno! - Me arriesgo a correr un poco más, y freno en seco ante un repentino precipicio, por donde Jeno ha desaparecido. Ha caído de la roca a la expectante oscuridad. Durante una fracción de segundo no se oye ningún sonido, excepto el martilleo de la música a mis espaldas. En la lejana cuenca del desierto que hay más abajo, oigo unos escalofriantes golpazos; con cada uno de ellos me encojo, languidezco y muero por dentro. Jeno ha llegado al fondo. Sé que no se trata de Johnny. Johnny no caería.

Mis dedos se doblan, se cierran, formando unos puños apretados y blancos. Giro en redondo y siento cómo el corazón se me contrae en el pecho. Siento dolor, angustia, tantas cosas que no puedo respirar. Por las mejillas me bajan lágrimas silenciosas. Haechan niega con la cabeza, con ojos feroces, casi tan desorbitados como los de Jeno en ese último instante. Recupero el aliento. El aire me brota entre los labios... Humo denso y caliente.

En un instante lo asimilo todo: la expresión conmocionada de Haechan. La cara pálida de Yeonjun, y sus ojos, tan oscuros como la noche que nos rodea. Tinta negra. Estanques insondables. Yeonjun me observa. Ve el humo que me sale por la boca. Y a mí no me importa. Soy un estúpido, posiblemente, pero no puedo impedirlo. Y Haechan lo sabe. Se abalanza hacia mí estirando las manos, como si pudiera cogerme, tocarme, detener lo que va a pasar. Detenerme.

-¡Jaemin, no!

Y, entonces, sucede de inmediato. Antes de que sea consciente, mis extremidades se ponen en posición, aflojándose y alargándose para el vuelo. En mi nariz brotan varios puentes, temblando y contrayéndose. Las pequeñas mangas de mi camisa me resbalan por los brazos y caen al suelo con un suspiro quebrado. Mis alas se despliegan, batiendo detrás de mí. Alzo mi cara de rasgos afilados y preparo mis piernas. Extiendo los brazos. Mientras me elevo en el aire, mi piel centellea como la luz del fuego en la noche. Y luego desciendo, volando en la oscuridad hacia Jeno con una batida de mis alas desplegadas.

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