➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟔 ᘒ ꒦ 🜸

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El lunes estoy despierto cuando Haechan se marcha a clase, pero no me levanto. Finjo estar dormido mientras se viste. Cuando él y mamá se van, salgo de la cama y preparo una tortilla con queso como las que solía hacer mi padre, y me la como mientras veo un programa de entrevistas matutino, con los sentidos embotados. A primera hora de la tarde estoy harto del silencio sepulcral de la casa, harto de preocuparme por lo que Jeno hará o dejará de hacer, de modo que salgo a pasear.

Al cabo de cinco minutos empiezo a tirar de mi camiseta, que se me pega por el calor. Cuando llego al campo de golf, me detengo a regalarme la vista con la verde extensión, tan fuera de lugar en medio del resto de la tierra, seca y cuarteada. Me paro al borde del césped y deslizo los dedos por la hierba, hasta que los jubilados de pelo blanco y pantalones penosos empiezan a mirarme con curiosidad.

Jurándome a mí mismo que intentaré volar de nuevo esta semana, me encamino a casa, trazando mi próximo movimiento: colarme en casa de Jeno para examinar otra vez el mapa. Al llegar, la señora Chungha está fuera regando las plantas. -Así que eres tú... - Me detengo. -¿Cómo? - Pregunto. -Tu madre me contó que habían expulsado a uno de los dos. - Contesta. -Genial. - He confirmado sus sospechas de que ha alquilado la casita de la piscina a una familia de sinvergüenzas.

-Suponía que eras tú. - Añade. «Estupendo», pienso escabulléndome hacia mi casa, pero entonces me grita: -¡He preparado gulash! - Menciona. -¿Qué es eso? - Le pregunto, parándome de nuevo. -Carne de vacuno, cebollas, pimentón picante y un poco de salsa agria por encima. - Me explica, y se encoge de hombros. -Te lo digo por si tienes hambre. He preparado mucho. No he llegado a acostumbrarme a cocinar para uno. - Me quedo mirándola un instante, reconsiderando mi opinión sobre ella. A lo mejor no es que sea entrometida, sino que está sola. Sobre todo, si está encerrada día y noche en una casa silenciosa. Sí, supongo que está sola. -Claro. - Contesto. -¿Cuándo? - Pregunto. -Ahora está caliente. - Me informa, y entra en su casa arrastrando los pies. Al cabo de un momento, la sigo.

Al día siguiente no espero invitación

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Al día siguiente no espero invitación. Me dirijo a la casa de la señora Chungha en cuanto mi hermano y mi madre se marchan. La señora Chungha no habla mucho. Cocina y hace pasteles, todo en gran cantidad. No bromeaba al decir que siempre está preparando demasiada comida. Me alimenta como si fuera un escuálido que necesitase engordar. De algún modo, resulta agradable. La compañía me ayuda a mantener a Jeno fuera de mis pensamientos.

Mientras desayuno una tostada francesa generosamente espolvoreada con azúcar glas y chorreante de sirope, oigo un sonido. Llaman a una puerta. -¿Llaman a tu casa? - Me pregunta la señora Chungha, pues ella también lo ha oído. Dejo la cuchara, sacudo la cabeza y me levanto para ir a la ventana del salón. -No sé quién puede ser. - Respondo, mirando a través de la persiana. Entonces veo que Jeno está delante de la casita de la piscina. Me quedo paralizado, sopesando mis opciones. ¿Puedo tirarme al suelo y esconderme sin que él perciba el movimiento? No estoy preparado para esto. Para él.

-¿Es tu novio? - Me pregunta. -No..., Sí..., No. - Digo, ladeando la cabeza. Ella se echa a reír con carcajadas oxidadas. -Desde luego, es un regalo para la vista, de eso no cabe duda. ¿Por qué no sales a hablar con él? - La miro de reojo. -¿Qué? - Pregunto. -¿Es una mala idea? ¿De qué tienes miedo? - Niego con la cabeza un poco demasiado ferozmente y contesto: -De nada. - Pero es mentira. Sí, tengo miedo. Temo lo que él vaya a decir. Temo las palabras que no logró pronunciar en el servicio de las chicas y donceles, pero que estaban allí, en sus ojos. Y ahora las habrá solidificado y preparado para lanzármelas como piedras.

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