— ¡Me niego! Antes muerta que con la pringada — oí que gritaba Jolene a sus amigas. Era última hora y la clase se había convertido en un martirio digno de la Edad Medieval.
El día había comenzado bien. Había ido con Noel caminando a clase porque él tenía la moto en el mecánico y, asombrosamente, no se había apartado de mi lado al llegar al instituto; Oliver parecía más animado que las últimas semanas, aunque era un terco con la idea que Cristian había jugado con su corazón, y yo me había comido un buen bocadillo caliente de queso en el bar. Pero, cuando menos te lo esperas, las cosas pueden llegar a torcerse de una forma sobrehumana. En ese momento parecían acróbatas a punto de caerse de la cuerda floja.
Ya se dice que los miércoles es como un vaso que puede estar medio lleno o medio vacío. Depende de como lo mires: puede ser el augurio de un viernes maravilloso, o el primo segundo tocapelotas del lunes.
— Señorita Soler — exigió la profesora Blanca, nuestra tutora y profesora de biología, con su voz monstruosa—. Tiene casi dieciocho años. ¡No me vengas con estupideces de parvulario! Debes aprender a trabajar en equipo.
El mundo hubiera sido un sitio más bonito si las mosquitas en vez de chupar sangre, absorbieran la tontería de algunas personas. Ojalá Oliver hubiera estado en esa clase. Sin embargo, él asistía a las asignaturas para cursar el humanístico. Yo me había metido en el científico porque me maravillaba esa parte del mundo, aunque las letras eran uno de mis puntos débiles.
Busqué inconscientemente con la mirada a Noel. No esperé encontrarme con la de Alek, quién mordía un bolígrafo. ¿No sabía todos los peligros que causaba chupar o morder un objeto de plástico? El pelinegro arqueó las cejas y dibujó una media luna con sus labios. Disimulé la punzada de nervios.
— Pero, pero... — se quejó la diva.
— Pero nada. Tenéis hasta la semana que viene para presentarme el trabajo sobre un artículo del Journal of Medical Virology.
Inspiré profundamente, aguantando mis espantosas ganas de darle con una enciclopedia en la cabeza. ¡A ver si así se le aclaraban las ideas! El timbre sonó, salvándome de la chapa que estaba a punto de soltar Jolene a sus aliadas. Mi cabeza no tuvo en cuenta las estadísticas que enumeraban todas las posibilidades de que ella se acercara a mí.
— Pringada.
— La palabra pringada según la RAE es una persona que se deja engañar fácilmente — contesté sarcástica. — Me atormenta pensar que tienes esa visión sobre mí, Jolene.
— Mira que eres rarita...
Sonreí inconscientemente. Noel me había dicho lo mismo hacía meses, cuando recién empezamos a hablar. O a insultarnos. Yo le había contestado que no es que fuera extraña, sino que era una edición limitada.
— ¿Encima te ríes sola? Bicho raro.
— No existen bichos raros, solo bichos desconocidos. ¿Me vas a decir ya que quieres? — le pregunté, cruzando ambos brazos encima del pecho.
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Hasta que dejemos de ser Idiotas ✔️ | EN FÍSICO CON MATCHSTORIES
Teen Fiction«Noel, lamento decirte que un buen cerebro vale más que un buen culo». Cuando Noel Martín (un idiota en toda regla) pierde su popularidad, no le queda más remedio que pedir ayuda a Lena Rose, la chica más rara del universo. Una comedia romántica d...