— ¡Lena Rose Quilla Álvarez! — la mención de mi nombre completo me puso los vellos de punto. Alguna cosa había hecho mal.
— Dime madame — bromeé para quitar hierro al asunto. Ella frunció el ceño, no estaba para estupideces.
Cecile Álvarez era una mujer estancada en los patrones femeninos que ha impuesto el patriarcado. Su larga cascada rubia, siempre bien peinada, contrastaba con unos ojos verdes y deleitados de una capa de rímel que profundizaba su mirada seductora. Detrás de un vestido holgado agua marina, se percibía a una señora formal, digna, querida y protectora de los suyos. Siempre estuve orgullosa de mi madre; una persona fuerte que había sabido llevar una familia adelante. Marcos y yo la queríamos con locura.
— ¡Cuántas veces te he dicho que no dejes al hurón suelto! — me riñó volviéndome a tirar la almohada que le había lanzado antes. — La señorita Martín se ha vuelto a quejar. Y claro, ¿qué excusa tengo que decir yo? ¡Qué ha mordido a su hijo!
Negué con la cabeza. La vecina era una dramática en toda regla. Se estaba ganando a pulso ser finalista en el Premio Globo a la mejor actriz de drama. HeiHei podía tener un cerebro diminuto, pues este medía alrededor de 36 mm de largo y 24 mm de ancho. Sin embargo, estaba segura que HeiHei seguía teniendo algo de dignidad en el fondo. Muy en el fondo.
— No es mi culpa que esta mujer sea una regañadientes, mamá.
— Bueno, calabacita, que sea la última vez — dijo acercándose y dándome un beso en la cabeza. — Pero, a modo de disculpas, le llevas el pastel de fresas que te había comprado para merendar. Así aprenderás.
Súper coherente todo, me daba una carantoña antes de quitarme mi dulce. ¡Incongruente!
— Y también, Lena, intenta no ir demostrando tus zonas íntimas. Por favor — dijo antes de cerrar la puerta.
Me ruboricé al instante. ¡Qué cotorra e insoportable podía llegar a ser la vecina! Me vestí con un pijama con dibujos de pingüinos y, mal humorada, bajé los peldaños hasta la cocina. Marcos estaba sentado en un taburete comiendo cereales.
— ¡Hola Marquitos! — saludé buscando el pastel de fresas.
Abrí la nevera. Nada. Abrí los armarios. Nada.
— ¿Qué buscas calabacita? — comentó él con la boca llena de cereales.
— El pastel de fragarias — su rostro expresó lo que cualquier persona normal hubiera pensado. ¿Qué estaba diciendo? — De fresas. Pastel de fresas.
— ¿Has mirado en el coche?
¡Bingo! Mi madre aún no había subido la compra en casa. Tampoco se le había pasado por la cabeza comentármelo. Cosas de personas ocupadas. Decidí subir los peldaños del patio de vecinos con todas las bolsas en vez de utilizar el ascensor. ¿Cuántas veces tendría que hacer aquello a la semana para considerar que hacía deporte regularmente? Las dejé en la cocina y busqué el pastel de fragarias. Bien, era el momento. Me puse un gorro con una borla enorme y una bufanda. No fuera que ahora la vecina me tomara por una adolescente con obsesiones turbias y perversas. Inhalé el aire que pude y me dirigí a casa de los vecinos.
Noel Martín era el ser más curioso que había visto en mi vida. Jamás solíamos hablar, ni cuándo coincidíamos en el ascensor. Menos en clase. Aunque, para ser sincera, yo al principio me había tomado la molestia de decirle los buenos días. Después de aquello, si me dirigía la palabra era para burlarse de mí. Qué ser tan deprimente, ¿no lo tenía todo? Novia cañón, no os penséis que no tengo ojos; era el capitán de básquet, por lo tanto, podía acceder a alguna beca para ir a la universidad y no era millonario, pero robaba el dinero del desayuno a los de primero año y solucionado.
Llamé hasta cinco veces al timbre. Parecía que no había nadie. Sin embargo, cuando ya estaba celebrando interiormente la victoria y el descanso que comportaba no haber de tratar con un hombre de cromañón abrieron la puerta.
— Vaya, que sorpresa Lena. No esperaba verte con tanta ropa — se cachondeó mientras observaba el cargamento antifrío que llevaba puesto. — Bonito pijama.
Había olvidado por completo que no hacía ni una hora que me había visto casi en paños menores. Escuré mi voz e intenté arreglar la situación.
— Aunque hayas disfrutado de un panorama placentero y, este hecho, siga provocando que tu poco cerebro se encuentre en la punta de tu minúsculo miembro viril, vengo a otra cosa — estiré los brazos mostrando el pastel de fresas. — Qué sepas que es mi merienda, disfrútala mientras puedas.
Me giré añorando la merienda que debía ser mía, pero el agraciado recuerdo no perduró demasiado cuándo volví a mi habitación y me encontré diez mensajes en mi móvil. ¿El mundo se estaba volviendo loco, o qué?
Estoy súper emocionada porqué, por fin, sabéis cómo se llama Lena Rose y espero que hagáis pillado la broma que he querido hacer con su nombre completo (estuve todo un día riéndome, dad las gracias a mi pareja por la idea).
¿Quién creéis que ha llamado a Lena?
PREGUNTA COTILLA
→ ¿Cuál es vuestro pastel favorito? El mío el de frutas.
→ Dime nombres graciosos. Por ejemplo: Elena Nito del Bosque.
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Hoy he subido un vídeo a mi Instagram ( @Spellmanbook) y a mi canal de YouTube, os lo dejo por si os apetecer verlo. ♥♥♥
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Hasta que dejemos de ser Idiotas ✔️ | EN FÍSICO CON MATCHSTORIES
Teen Fiction«Noel, lamento decirte que un buen cerebro vale más que un buen culo». Cuando Noel Martín (un idiota en toda regla) pierde su popularidad, no le queda más remedio que pedir ayuda a Lena Rose, la chica más rara del universo. Una comedia romántica d...