CAPÍTULO IV*

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Capítulo IV: El apodo

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Algunos rayos de sol se colaban por la ventana, calentándome suavemente el costado. Intenté darme la vuelta para que dejase de darme el sol, pero algo (o más bien, alguien), me lo impedía. Beckett me rodeaba la cintura con un brazo mientras su mano acariciaba mi espalda y su otra mano, mi pelo. 

Él también se removió un poco. Al principio, pensé que se levantaría y se iría, pero en realidad acercó sus labios a mi cabeza y me depositó un beso.

- ¿Ya te despertaste? - dijo Beckett, con la voz ronca de recién despertado que me volvía loca.

Asentí con la cabeza mientras la levantaba para mirarlo a los ojos. Él me devolvió la mirada con sus intensos ojos azules. 

- ¿Quieres desayunar o tienes mucha prisa en ir al instituto?

¿El instituto? Pero, si hoy... 

- ¡Ostias, si hoy es jueves! - me sobresalté, pegando un bote y saliendo rápidamente de la cama.

Mierda, mierda, mierda. ¿Qué hora era?

Miré el reloj del móvil mientras me ponía unas bragas y un sujetador a toda prisa. Las nueve menos veinte. Llegaba veinte minutos tarde.

Fui al baño, me lavé los dientes, me peiné, me aseé y volví a la habitación. Beckett estaba sentado en el borde de mi cama, con cara extrañada. Atravesé la habitación para ir al armario y busqué una sudadera y unos vaqueros. Volví a atravesar la habitación mientras me ponía los vaqueros, dando pequeños saltos para que subiesen, y cogí mis zapatillas. Beckett, aún extrañado, sonreía mientras me veía.

- ¿Qué problema hay con que hoy sea jueves? - me preguntó, divertido e intrigado a la vez.

Me paré un momento y me giré. Entorné los ojos mientras sonreía.

- ¿Es enserio? ¿De verdad que no sabes que hoy es jueves?

- Claro que sé que es jueves, pero hoy es fiesta, ¿no? Hoy no tienes clase - dijo al mismo tiempo que se encogía de hombros.

Me eché a reír, a lo que Beckett se extrañó aún más.

- Hoy no tienes clase, ¿verdad? 

Qué tierno, ahora está confundido.

- Noooo, tonto, pero sí que tengo una sesión de fotos que, alguien que yo me sé, programó para hoy hacía... veintitrés minutos - dije, mirando el reloj y enfatizando ese alguien.

Fue entonces cuando Beckett cayó en la cuenta, porque abrió mucho los ojos y se levantó de la cama. Y yo no pude evitar comérmelo con la mirada. Habíamos dormido los dos desnudos y él aún no se había puesto nada de ropa encima. 

Los músculos marcados en toda su figura, los arañazos que le hice anoche por el pecho y la espalda, los chupetones en el cuello y en el bajo vientre, su... La imagen de Beckett desnudo y recién levantado me acababa de provocar un orgasmo visual. Qué delicia, qué belleza.

Beckett notó mi mirada y chasqueó los dedos, indicándome que dejase de babear por un momento y siguiese vistiéndome. 

Yo seguí calzándome a toda prisa mientras él buscaba su ropa interior y se la ponía. Cuando terminé, vi que estaba observando su camisa con mala cara. 

- Si está demasiado arrugada, puedes coger la camisa de repuesto que dejaste aquí - le dije.

- Y, ¿dónde dejo est...?

PAPEL Y TINTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora