CAPÍTULO VII*

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Capítulo VII: Te juro que lo mato

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Un minuto...

Cinco minutos...

Diez minutos...

Hacía diez minutos que le había escrito a Colbert, pero ya no me había contestado. Se limitó a dejarme en visto y desconectarse de WhatsApp. Y además, Beckett seguía sin coger el teléfono, y los móviles de Abby y Beau no debían de tener ni siquiera cobertura.

Pasé los brazos por debajo de las rodillas y me las apegué más al pecho. Empecé a balancearme levemente mientras terminaba de calmarme. Ya había conseguido dejar de llorar, pero seguía teniendo la cara empapada. 

Puto, maldito, imbécil, ojalá y te pudras en el infierno, Steve.

Dejé caer un poco la espalda hacia atrás, pero al mismo rozar el arbusto, un dolor muy agudo me recorrió entera, haciendo que volviese a la posición anterior. Ahí fue cuando me di cuenta que, al caerme, también me había lastimado la espalda. Metí la cabeza entre mis brazos y seguí balanceándome. 

Qué vida más triste...

Pasaron otros cinco minutos y volví a coger el móvil. Colbert seguía sin contestarme, Beckett no me contestaba a las llamadas y los teléfonos de Abby y Beau debían estar muertos.

Dejé el móvil en el suelo con un movimiento frustrado y recuperé la posición de antes, hasta que una leve ráfaga de viento me azotó en un brazo. El mono, como no era muy largo, no ayudaba a parar el viento, y empecé a helarme. Estar sentada en el suelo tampoco ayudaba mucho a no tener frío, así que decidí levantarme. Pero, justo cuando me estaba poniendo en pie, unas pequeñas ramas que sobresalían del arbusto me rasgaron parte del mono, y lo supe por el sonido que en ese momento llenó el silencio de aquel lugar. Joder.

Frustrada, solté un gruñido e intenté darme sacarle una foto a esa parte del mono para poder ver cómo había quedado. Volví a soltar un gruñido al ver el destrozo que acababa de hacer.

No puedo quedarme aquí porque como me vea alguien...

Me agaché a coger el móvil y, cuando me levanté, me encontré con unos ojos castaños que me miraban con preocupación.

- ¿Colbert? 

- Apple, dios santo, ¿qué ha pasado? - me preguntó él con la respiración agitada -. Vine... C-cuando vi tu mensaje, salí corriendo y y-yo he venido lo más rápido posible.

Me tranquilizó un poco saber que no me había dejado en visto y que me había ignorado completamente. Bueno, sí me había dejado en visto, pero por haber salido a buscarme.

- Yo... - intenté explicarlo todo, pero mi voz me falló y noté cómo las lágrimas volvían a agolparse en mis ojos. Parpadeé varias veces para reprimirlas, pero no funcionó -... bueno, yo... a mí...

- Ey, no pasa nada, ya está, ¿vale? - me dijo a la vez que cogía mi cara entre sus manos y me acercaba a su pecho, abrazándome y pasándome una mano por los brazos. Noté cómo su corazón latía rápidamente y cómo respiraba muy fuerte -. Ya está, ya ha pasado lo malo, estoy aquí.

Asentí. Y fue en ese momento en el que dejé rienda suelta a mis emociones y acabé llorando a mares sobre el jersey de Colbert. Necesitaba un abrazo, necesitaba sentirme segura, sentirme bien. Y con el abrazo lo conseguí. Pasé mis manos a su espalda y lo abracé lo más fuerte que pude. Sentía su aliento en mi pelo, sus manos en mis brazos, y... me sentí segura, como si... como si estuviese en casa, en un lugar a salvo del resto del mundo.

PAPEL Y TINTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora