PAPEL Y TINTA

CAPÍTULO VI*

Capítulo VI: Ayúdame, por favor

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- ¿Qué haces aquí? - pregunté. La voz me temblaba, al igual que todo el cuerpo.

Steve se rio suavemente.

- Te estoy saludando, Apple - dijo él, muy tranquilo.

- No me refie... Bueno, déjalo. Steve, ¿acaso te han invitado?

- No.

- Y entonces, ¿por qué estás aquí?

- Porque quería saludarte, Apple.

Cada vez que Steve decía mi nombre así... Se me ponía la piel de gallina. Pronunciaba mi nombre como si supiese toda la verdad tras él, como si supiese todos mis secretos, como si me leyese por dentro. Era como si, de repente, él pudiese entrar en mi mente simplemente diciendo mi nombre.

- Steve, n-no pu-puedes estar aquí sin invitación, lo sabes, ¿no?

- Claro que lo sé, Apple, no soy estúpido.

Vale, eso me estaba dando miedo, mucho miedo. No me fiaba para nada de Steve. No después de su llamada de hacía una semana, cuando estábamos en el restaurante. Beckett me había dicho que no me acercase a él y que ya se ocuparía, pero apenas había vuelto a hablar con Beckett desde aquel día y aún no sabía lo que había hecho.

Así que, me encontraba en ese punto en el que cualquier paso que diese iba a ser malo. Opté por empezar a retroceder un poco, pero estaba sentada y se me hizo un poco difícil. Aún así, eché mi espalda hacia atrás. Steve avanzaba a la vez que yo retrocedía, sonriendo y agachándose. Mis nervios estaban disparados y me impedían pensar en algo con rapidez.

- Ent-entonces, ¿qué...?

- Shhh. Calla un poco, que me estás dando dolor de cabeza.

- Pe-pero...

- Te he dicho que te calles, ¡¿es que no me escuchas?!

Mi espalda tocó algo. Y mis manos, cinco segundos después, también. Mierda, ya no podía echarme más hacia atrás; un arbusto me lo impedía.

- Steve, mira...

- No, no, no. Nada de Steve, mira. Escúchame tú a mí, Apple. Llevo siguiéndote desde hace años en las redes y nunca, ¡nunca!, te has interesado por saber quién era yo; sólo me has conocido por ser el hermano de tu amigo. Te he demostrado mi apoyo siempre, incluso cuando esa banda de inútiles te dio la espalda, yo siempre he estado ahí, y tú siempre lo has sabido, ¿verdad?

Me quedé en blanco, con los nervios por las nubes y mis neuronas tratando de procesar todo lo que me estaba diciendo Steve.

- ¿Verdad? - volvió a inquirir él.

Asentí con la cabeza. Cada vez me estaba dando más miedo y yo no podía hacer nada, estaba paralizada casi.

- Bien, pues entonces prosigo... ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Por la parte en la que me has ignorado siempre y aún encima, con todos tus santos ovarios, me creas ilusiones.

- Y-yo no te he creado nunca ilusiones, Steve. Todo... todo te lo has creado tú solito.

- Ah, vaya... Claro, resulta que yo solito me he creado aquí, en mi maravillosa mente - dijo mientras se señalaba la frente -, que mi hermano me llamase para prometerme una tarde contigo. ¡Una puta tarde! ¡¿Tanto te costaba aceptarlo?! Una tarde, para ti, no te supone nada, pero para mí... para mí significa un mundo, ¿sabes?