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Cuatro

Una bostezo salió de la boca de Dalmi cuando el profesor hablaba sin pausa.

Había pasado toda la noche estudiando para los exámenes que tenía esta semana. También terminando de leer libros y artículos, aunque el trabajo ya estaba bastante encaminado y faltaba poco para terminarlo.

Se recostó en su escritorio escondiendo un bostezo cuando su vista enfocó la de Chenle a unos cuántos lugares de ella.

Se paralizó al verlo observándola. Dalmi hizo una mueca pero Chenle parecía estático, mirándola. Justo en ese instante sonaba la campana y todos se levantaban para salir.

¿Que mierda pasaba con él?

Dalmi negó levantándose y tomando sus cosas para ir a al biblioteca. Antes de encaminarse, llegó hasta las maquinas expendedoras y miró la variedad de refrescos. Metió la mano en su bolsillo y tomó algunas monedas para pagar.

Cuando su mano se dirigió a la maquina, alguien más metía un billete en ella. Sorprendida Dalmi giró a ver a la persona que acaba de tomar su turno.

"Fresas y limón" murmuró Chenle apretando el botón hasta que la botella cayo. Chenle se agachó y la tomó, alcanzándosela.

Dalmi frunció el ceño confusa. ¿Cómo sabía que era su bebida favorita? ¿Por que estaba pagándola por ella?

Chenle volvió a levantar la botella para que ella la tomara. Pestañeó saliendo de sus pensamientos cuando su mano tomó la botella. Rápidamente metió la mano en su mochila para sacar su billetera y pagarle.

"Invito yo" le dijo girándose para presionar otro botón y que cayera un refresco de durazno. Dalmi tragó saliva.

"Uhm, gracias Chenle" agradeció aún confusa. El chico sonrió en respuesta, así que Dalmi le dio una media sonrisa.

Había estado raro estos días. Ayer habían estado en la biblioteca y por alguna cosa Chenle insistía en quedarse con ella aun cuando ya habían terminado parte del trabajo.

Hoy se le había quedando viendo por minutos y ahora le pagaba la bebida. Eso era raro, ya que Dalmi se empeñaba en ignorarlo la mayor parte del tiempo. 

No puedes confiar en él, Dalmi.

Se decía cada vez que Chenle hacía algo por ella. Tenía que admitir, Chenle ya no lucía como el niño de catorce años que la había rechazado y humillado. Lucía bastante maduro pero no podía confiar en él, no luego de lo que le había hecho.

Pero ¿por que las mariposas comenzaban a revolotear en su vientre cuando lo veía cerca de ella?

Mierda, tienes que ahogarlas, Dalmi. 

No puedes enamorarte de él. No otra vez.