Batalla

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La pelea era ardiente y sangrienta, y como Caballeros Dorados, era su deber defender al Santuario y a Athena a toda costa.

Los Espectros venían de todas partes y cada vez eran más. Las cuentas en el rosario de Shun no cambiaban de color lo suficientemente rápido. Sólo eran doce de ellos.

Los Caballeros de Bronce estaban en el pueblo defendiendo a los habitantes, algunos Santos de Plata se encontraban en los aposentos de Athena, otros más con el Patriarca. La ayuda que los Caballeros Dorados recibían de sus camaradas en el campo de batalla no parecía surtir efecto. No eran rivales para los secuaces de Hades.

Shun peleaba con ahínco, tratando de hacer honor al entrenamiento que había recibido de Shaka. Pero tenía más problemas que el resto se sus compañeros. El Caballero de Virgo no sólo era el blanco de Espectros, sino también de Rhadamanthys, Minos y Aiacos, los Tres Jueces del Inframundo. Su objetivo, el medallón que colgaba del cuello del ex Caballero de Andromeda.

Aquel medallón plateado con una estrella en la que se veía la leyenda: "Yours Ever". Esa pequeña alhaja que parecía sencilla y sin sentido, pero que poseía un gran poder. Se le había entregado a Shun hace ya varios años, por Athena misma, forjada y bendecida en el Monte Olimpo por los dioses; ese medallón era un sello, uno que mantenía a Hades incapaz de dominar el cuerpo de Shun como lo hizo la primera vez; aquella vez en la que lastimó a sus amigos, a su querido Hyoga y a su hermano; esa vez que en la que Ikki de Fénix casi tuvo que terminar con su vida para derrotar a Hades.

Y esas palabras, "Yours Ever", eran un recordatorio, de que el Santo de Andromeda y el Dios del Inframundo eran uno en cuerpo, aunque no en alma;  si uno perecía el otro también; ninguno podría existir sin el otro. Un recordatorio de que Shun jamás estaba solo.

Shun no había vuelto a sufrir una posesión así, gracias al medallón. Sólo había tenido pesadillas, algunas peores que otras. Había veces en las que se levantaba gritando lleno de sudor. Pero todo estaba bien cuando Hyoga, su entonces novio y ahora esposo, lo tomaba en su brazos y le repetía:

-Estás bien, estás aquí. Yo estoy aquí. Todo está bien любимый, no me iré a ningún lado.

La joya era lo único que impedía que Hades tomara control del cuerpo de Shun otra vez. Los Espectros los sabían, los Jueces lo sabían, y estaban determinados a traer de vuelta a su amo y señor.

En medio de la lucha, Virgo volteó a ver a sus compañeros: Seiya de Sagitario lanzaba el Ryūsei-ken por doquier, luchando con dos o tres Espectros a la vez; Shiryu de Libra atacaba con sus Cien Dragones con una fuerza inmensa, obviamente el ex Dragón no consideraba que les estuviera llendo tan mal, pues no había desenfundado las armas para repartirlas a sus camaradas; Ikki de Leo, el hermano mayor de Shun, disparaba su Lighting Plasma a diestra y siniestra, aunque estaba muy concentrado en la batalla, permanecía al pendiente del Cosmo de su hermano menor, preparado para asistirle si fuera necesario, aunque era verdad que Shun requería de las heroicas entradas de Ikki cada vez menos; y por último, el Santo de Virgo volteó la mirada a su esposo, Hyoga de Acuario, digno sucesor de Camus, que peleaba con una inmensa frialdad, en todo el sentido de la palabra, este ocasionalmente volteaba a ver de reojo a su querido compañero, no porque creyera que necesitaba ser rescatado, como el ex Fénix, sino porque sabía perfectamente lo que Minos, Rhadamanthys y Aiacos intentaban.

De repente, Rhadamanthys logró tumbar a Shun al suelo, Minos aprovechó para lanzar su Cosmic Marionation, inmovilizando por completo al Caballero Dorado.

Shun comenzó a gritar de dolor, mientras tanto, Aiacos se preparaba para lanzar su ataque, Galactic Illusion, cuando un Santo de Athena lo desplomó al suelo: Hyoga de Acuario.

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