Al llegar al gimnasio, Lincoln ya estaba en la puerta hablando por teléfono, riendo por algo.
No nos parecíamos en nada. Él era tremendamente extrovertido y popular. Era dueño de un bar de temática deportiva junto con un colega suyo y por lo visto el local tenía mucho éxito. A mí el deporte no me interesaba lo más mínimo, y solo había estado allí en la fiesta de inauguración hacía unos cuantos años porque mi madre prácticamente me había obligado a asistir. Pasé toda la noche con la sensación de estar fuera de lugar, demasiado arreglada con mi traje, y me sentí pletórica de alivio al marcharme disimuladamente cuando estalló una trifulca.
Lincoln era un tipo estupendo, pero nunca llegué a comprender por qué le gustaba estar conmigo cuando éramos niños, y supongo que seguía sin entenderlo. Él tenía un montón de amigos y una activa agenda femenina, pero por alguna razón siempre parecía tener tiempo para mí.
—¡Hey, hermanita! —exclamó Lincoln al acercarme.
Hermanastra, para ser exactos.
Varias personas nos saludaron a voces de camino a los vestuarios y, mientras Lincoln respondía con un comentario ingenioso a cada una, yo me tuve que obligar a no bajar la mirada al suelo y responder a los saludos con un rígido gesto con la cabeza. Siempre pasaba inadvertida cuando iba allí sola y lo prefería así.
—¿Qué te pasa? —preguntó Lincoln cuando dejé caer bruscamente al suelo mi bolsa de deporte—. Da la impresión de que esa vena que tienes en la frente va a reventar de un momento a otro.
—No lo sé. A lo mejor estoy pillando un virus.
—Sí, el de los «huevos morados» —apuntó con una risita—. ¿Es por esa chica insoportable que está jugando de nuevo contigo?
—¿Qué? —pregunté, porque le estaba escuchando solo a medias mientras me cambiaba.
—Ya sabes, la respondona que viste de pena. De la que según parece no puedes dejar de hablar como un loro siempre que te veo.
Levanté la vista.
—¿La señorita Griffin?
—Mmm... La señorita Griffin, me gusta. ¿Y cómo se llama?
—No lo sé —respondí, irritada—. ¿Por qué narices estamos hablando de una de mis alumnas?
—¡Ooh, has estado a punto de soltar un taco! —dijo Lincoln en tono burlón—. Porque —continuó con total naturalidad— esa vena está extraordinariamente hinchada hoy, cosa que únicamente ocurre cuando ella va a clase.
Me pasé los dedos por la frente.
—Bueno, ¿qué ha hecho hoy? —preguntó.
—¡Nada! ¿Quieres dejar el tema de una vez?
—¡Guau! Debe de haber sido un mal rollo. O bueno, depende de cómo se mire.
Lo fulminé con la mirada (o esa fue mi intención) para que cerrara el pico. No me apetecía pensar en esa ridícula chica cuando no había necesidad.
—Ah, ya sé —dijo con una sonrisa—. ¿Hizo el jueguecito del cruce y descruce de piernas? ¿Te enseñó un pelín el asunto?
—¡No! —repuse casi a voz en grito—. ¿De qué vas, Lincoln? Le llevo por lo menos diez años.
—¿Y? —preguntó—. Tampoco es tan raro. Casi todas las personas sueñan con estar con alguien más joven.
Lo mismo que dijo la señorita Griffin.
—¿Sí? —me oí decir.
—Claro. ¡No me vengas con que no te encantaría echar un buen polvo con esa traviesa alumna tuya y enseñarle quién manda aquí!
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Level 1 - Clexa G!P
RomanceClarke es su alumna. Lexa tiene mucho que aprender. La vida de la profesora Alexandra Woods está perfectamente planificada. Da sus clases martes y viernes, cena con sus padres los fines de semana y cada noche se va a dormir a una hora razonable. Sol...