No es una cita. ¡No es una cita!
Recorrí como una flecha el supermercado, lanzando cosas al carro, mientras en mi fuero interno me decía que no tenía una cita inminente con Clarke. Íbamos a cenar y punto. Ella ya había dejado más claro que el agua que no le iban las citas y que lo nuestro no era una relación. Las citas quedaban completamente descartadas en nuestro acuerdo.
Además, ni siquiera me gusta.
En el preciso instante en el que se me pasó ese pensamiento por la cabeza supe que era mentira. Sí que me gustaba. No desde el punto de vista romántico; eso era una auténtica sandez. Éramos totalmente incompatibles como para embarcarnos en una relación seria. No obstante, yo disfrutaba mucho pasando tiempo con ella y no solo en la cama, aunque era ahí donde normalmente nos instalábamos a falta de una mesa de comedor o un sofá. Me encantaba acostarme con ella, pero también lo pasaba bien simplemente charlando o viendo películas juntas. Esa novedad era de agradecer en vez de pasar casi todas las noches sola.
Resultaba fácil estar con Clarke. Conversábamos sobre literatura, que era el único interés que compartíamos —bueno, aparte del sexo, como es obvio—. A ambas nos interesaba. Me pregunté si tendría previsto nuestro encuentro de hoy antes de ir a clase. Me había dicho que se había puesto ese conjunto por mí pensando que me gustaría. En eso había dado en el clavo. Me había puesto como una moto verla vestida como una recatada colegiala a sabiendas de que, en el mejor de los casos, era una imagen engañosa. Clarke no mostraba el menor pudor en lo tocante a su cuerpo y a su sexualidad, cosa que me gustaba realmente de ella. En un primer momento eso me intimidaba, pero ahora lo prefería así. Ya no me ponía tan nerviosa acostarme con ella como al principio. La constancia de que ella me guiaría sin juzgarme por mi inexperiencia resultaba muy liberadora, y me permitía relajarme y disfrutar cuando estábamos juntas.
No tiene nada que ver con las demás mujeres.
Con el ceño fruncido, recordé mis experiencias previas en la cama: movimientos torpes y nerviosos bajo el edredón con mujeres inexpresivas que tampoco me alentaban. La humillante constancia de que no disfrutaban y de que yo fracasaba en mi intento por que alcanzaran el clímax. Las posteriores conversaciones incómodas, rupturas, decepciones e inseguridades que se acumulaban para cuestionarme mis dotes como amante. Eso resumía mi trayectoria sexual y odiaba pensar en eso. Llegados a un punto, me vi abocada al celibato. El hecho de tener un hermano que fanfarroneaba abiertamente sobre sus numerosas conquistas —la retahíla de mujeres satisfechas en toda el área de la bahía de San Francisco que, en palabras suyas, suspiraban por sus huesos—, sumado a las lamentables experiencias de mi propia cosecha me habían dejado abatida y hastiada.
Pero entonces Clarke entró en escena. Clarke, con su actitud abierta y directa en lo tocante al sexo, que me había enseñado la magnífica sensación de dejarse llevar por el placer físico sin estar constantemente centrada en cuestiones intelectuales.
Ella era un soplo de aire fresco y sería una tonta de no gustarme por esa única razón.
Aunque no sea una cita, quiero que pase una noche estupenda en mi casa.
Yo podía corresponder a su amabilidad con una apetitosa cena casera, cosa que me daba la impresión de que era algo fuera de lo común para Clarke dado que no cocinaba en absoluto. Contenta con mi decisión, ultimé la compra de provisiones y, sabiendo que tenía muchas cosas que hacer antes de su llegada, puse rumbo a casa a toda velocidad. Por suerte, no tuve que preocuparme de limpiar, ya que lo había hecho el día antes.
Tampoco es que a ella le importe en vista de la leonera en la que está acostumbrada a vivir.
Me puse a cocinar enseguida porque sabía que Clarke ya tenía hambre y no quería que tuviese que esperar demasiado a su llegada. Había decidido preparar pollo alla cacciatora, lo cual tardaría una hora, y ya iba tarde. Podía haber cocinado algo más sencillo con lo que ya tenía en casa, pero deseaba que disfrutase de la velada. Puede que eso la animara a volver otra noche.
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Level 1 - Clexa G!P
RomansaClarke es su alumna. Lexa tiene mucho que aprender. La vida de la profesora Alexandra Woods está perfectamente planificada. Da sus clases martes y viernes, cena con sus padres los fines de semana y cada noche se va a dormir a una hora razonable. Sol...