Capítulo 11

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Con los mismos nervios que media hora antes al coger el coche en la facultad, me encontré llamando a la puerta de Clarke, una situación que por lo visto a esas alturas me resultaba familiar.

—Adelante, profesora —dijo con gesto recatado al abrir la puerta y hacerse a un lado, con los ojos clavados en el suelo.

Pasé y eché un vistazo a mi alrededor inquieta cuando cerró la puerta detrás de mí. No tenía ni idea de lo que se suponía que debía hacer.

—Clarke. —Me di cuenta de que no sabía lo que iba a decir a continuación.

—Llámeme señorita Griffin —ordenó en voz baja, y levantó la vista hacia mí mientras jugueteaba con una de sus largas trenzas.

A todas luces, Clarke estaba retándome a una especie de juego y deseaba que yo participase. Y —Dios mío— yo deseaba participar, pero ignoraba las reglas.

—Siento muchísimo mi insolencia en clase, profesora. ¿Qué puedo hacer para conseguir que me perdone? —preguntó.

—Pues, hum, no lo sé —respondí con impotencia.

Clarke me acarició el pecho en sentido descendente y se puso a toquetear mi cinturón con la vista levantada hacia mí.

—Por favor, déjeme demostrarle lo arrepentida que estoy. Haré cualquier cosa que me pida.

¿Cualquier cosa que pida? Oh, Dios, pretende que le diga qué hacer.

Las pulsaciones me retumbaron en los oídos cuando levantó la mirada hacia mí y sus perfectos labios de color rosa esbozaron una coqueta sonrisa. ¿Acaso era consciente de la magnitud de lo que pedía? Hasta ese momento yo nunca había llevado las riendas de la situación con ella, ni con ninguna mujer, todo sea dicho. Ella siempre tomaba la iniciativa, pero ahora me tocaba a mí. Me había quedado anonadada y paralizada de terror.

Se me da fatal este juego. ¿Por qué le atrae alguien tan apocada e insegura como yo? Oh, Dios, soy patética. Me he quedado pasmada mirándola fijamente, como una imbécil de tomo y lomo. Seguramente pensará que he sufrido un aneurisma. Di algo de una vez. Ya. ¡Di algo ya, idiota, antes de que cambie de opinión!

—Be-béseme —tartamudeé.

Su recatada sonrisa se acentuó, lo cual hizo que se le iluminara la cara. Noté un extraño hormigueo en la boca del estómago; a lo mejor no había sido buena idea tomar marisco en el almuerzo.

—Sí, profesora. —Se puso de puntillas y me dio un casto beso en la mejilla—. ¿Vale con eso? ¿Le he demostrado lo arrepentida que estoy?

—Puede, hum, puede que sea preciso ser un pelín más convincente —dije con vacilación.

Por favor, bésame otra vez.

—Vale —convino, y en esta ocasión pegó sus labios a los míos.

Me besó el labio inferior, luego el superior, y coló la lengua en mi boca cuando la entreabrí. Me echó los brazos alrededor del cuello y yo agarré su estrecha cintura mientras el beso cobraba más intensidad. Al despegarse de mí, a punto estuve de retenerla. No había quedado satisfecha, pero dejé que se apartara.

—¿Hay algo más que desee? —preguntó, pasando las yemas de los dedos por los botones del cuello de su blusa.

—¿Y si se abre la blusa?

Accedió sin titubeos y me relajé aún más. Retiró la blusa de sus hombros, dejando a la vista un sujetador de encaje blanco. Caí en la cuenta de que era la primera vez que se desnudaba a petición mía y, por alguna razón, fue increíblemente excitante. Me constaba que era la única a quien enseñaba su cuerpo de esa manera y, mientras siguiera viéndola, nadie más lo haría. Creí a Clarke cuando me lo dijo. No tenía motivos para mentir sobre eso dado que no teníamos una relación, y me hacía feliz ser la única con la que compartía cama.

Level 1 - Clexa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora