Parte 1

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Eleonor, 1868

Estaba caminando por las calles de Roma cuando tropecé con alguien, no me fijé bien en su cara. Llegaba tarde a mi clase de arte con Madame Lecrel. Una señora de la alta sociedad, que luego de perder a su marido en un accidente hace años. Encontró su vocación; enseñarles artes a las niñas malcriadas de los más grandes socios del país.

El salón de clases no quedaba tan lejos de donde me hospedaba, solo que me dormí tarde, por estar trabajando en mi obra de arte. Si la Madame se daba cuenta de que estaba trabajando en una obra sin su autorización me iba a matar y más al verla. No era la mejor de la clase, ni siquiera era de notas regulares, me iba mal. Pero me encontraba ahí porque quería cumplir mis sueños y los de mi padre.

Hace un tiempo atrás, perdí a la persona más cerca que tenía. Lo acepté, pero aún sigue doliendo y sé que dolerá toda la vida, lo último que le dije era que lo odiaba y que no iba a hacer lo que él quería. Luego de la pelea sufrió un infarto y no me pude despedir.

Mi madre se convirtió en una señora de sociedad y me culpó por lo que pasó. Mi padre había dejado un depósito para mi viaje a Roma para estudiar artes con la mejor artista que había en el momento. Mi hermano mayor, Excelsior y mi hermanito, Alexander; le creyeron a mi madre y me dieron la espalda.

Estoy sola, bueno lo estaba. Hasta que lo encontré.

-Lo siento -respondí avanzando rápido.

-Disculpe señorita, fue mi error. -dijo antes de perderse en el grupo de personas que estaban en la plaza.

Cuando llegué al edificio de Artes estaba exasperada y me faltaba el aliento. Intenté calmar mi respiración, porque según Madame Lecrel; ese no es comportamiento de una dama. Luego de un rato de mirar la puerta con el ceño fruncido esta es abierta por las hermanas Russo. Gemelas rubias que vienen de un pequeño pueblo de Rusia, donde se dice que su padre era traficante de armas para los estadounidenses en la Guerra Civil.

-Eleonor entra rápido, la Madame está enojada contigo. -dijo Ekaterina y Zoya la secundó.

-Ya voy -respondí entrando. Lo primero que vi al pasar por su lado fue a la señorita Anne susurrarle a su dama, la cual me miró despectivamente.

Las ignoré y puso mi mejor sonrisa para buscar a la Madame Lecrel con la mirada para así arrepentirme cuando me miró con su cara más seria.

- ¿Dónde estabas? ¿Y por qué llegas tarde? -dice mientras me siento en mi taburete, abrí la boca para responder, pero me cortó -Mejor no digas nada, no la he mandado a sentar señorita Martinelli.

-Disculpe Madame -me levanté rápidamente y comencé a parlotear –es que he chocado con un señor en la plaza y ha pasado un desastre, tuve que ayudarlo a llegar a donde iba porque había ensuciado su traje y dijo que se lo tenía que pagar, pero como no tengo dinero para despilfarrar, le dije que lo acompañaba hasta su casa y luego de eso me he perdido en el camino y por eso he llegado tarde, Madame por favor no me culpe por algo que pasó sin yo poder hacer nada. No fue mi culpa, ni del caballero, fue del destino.

Veo que todos comienzan a reírse, pero no me importa no voy a quedarme fuera de esta clase otra vez. La Madame ni siquiera me mira y me quedo a la expectativa de que lo esté pensando, pero me doy cuenta de que mira detrás de mi fijamente, pero de forma dulce. Con la curiosidad al máximo doy la vuelta y encuentro a un joven con el mismo color de traje que el señor con el que choqué en la plaza, solo que este es un poco más claro.

- ¿Sabe usted señorita que mentir es pecado? -dice el joven mirándome y solo lo miré fijamente con mi cara más seria. Si hace que me saquen de la clase, lo voy a matar.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2022 ⏰

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