Prólogo

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— ¿Quién eres tú? — la voz del menor le tembló al ver a un hombre encadenado, se alejó lo más que pudo.

— ¡¡Ayúdame!! — grito sin contestar la pregunta del pequeño.

Las muñecas del pobre hombre delgado estaban encadenadas a la pared que tenía una corta tira de metal para moverse un poco, estaba sucio y golpeado. Vestía una bata verde obviamente descuidada.

Tintineos desesperados se escuchaba en esa habitación, el menor solo temblaba de manera descontrolada, sus sollozos se hicieron uno con el peliverde ya se atado, simplemente era tan real como para ser un maldito sueño.

— Todoroki-kun ayúdame. —deliro mientras susurraba, estaba a casi nada de volverse loco.

— ¿Todoroki-kun? — pregunto el menor con valor.

El peliverde alzo la cabeza lentamente, se pudo visualizar sus ojos rojos de tanto llorar, además era decorado por el color verde limón de su iris, las pecas adornaban las mejillas de aquel sujeto que parecía tan delgado y curvilíneo que se asemejaba a un omega.

El mayor solo se plasmó en su sitio, y al igual que el menor se quedaron viéndose fijamente, eran tan iguales que eso lo llenaba de pánico. Su respiración comenzó a ser ruidosa mientras sus manos comenzaban a temblar.

— ¿Ikume? — pregunto sorprendido, pero no dejo de llorar.

— ¿Quién eres tú y porque sabes de mí? — para este punto el pequeño ya empezó a llorar.

Los ojos Ruby se cristalizaron para votar lagrimas alrededor de sus suaves pómulos con pecas, el cabello rizado de color amarrillo cenizo fue sacudida en intento de despertar, estaba teniendo una pesadilla muy fea.

— Tienes que correr, aléjate de el — replico casi gritando. — te hará daño, corre.

— ¿Quién me hará daño? — les restó importancia a sus lágrimas.

Hubo un incómodo silencio entre ellos, el mayor volvió a llorar desconsoladamente, a pesar de ser un niño podía sentir la desesperación de esa persona, jamás había estado en una situación similar y eso le causaba pánico.

— ¡¡Tienes que correr de Katsuki!! — grito con todas sus fuerzas, logro aturdir al menor.

— Pa-papá nunca me haría daño. — contesto entre tartamudeos. — estas mintiendo.

— No miento, tienes que creerme. — su voz le tembló otra vez.

Un impulso bien fuerte se presentó en el pequeño omega, sus pies comenzaron a caminar hacia el mayor quien lo observaba sin perder ningún movimiento, el sudor se acumuló en todo su cuerpo mientras su corazón latía como loco.

Alzo su diminuta mano con la intención de agarrar las sedosas cabelleras verdes que eran tan iguales a las de él, al llegar siente lo suave que era, sin embargo, lo sucio le daba una textura extraña, el peliverde solo se quedó viéndolo.

No le cavia en la cabeza como podían ser tan similares, incluso los dos eran omegas con cabello sedoso y a la vez tenían pecas, lo único que los diferenciaba era su color de ojos y sus cabelleras.

Se queda pasmado al sentir un toque de electricidad, nunca sintió algo como eso, esa sensación recorrió cada gramo de su ser, ambos sintieron eso y se quedaron mirándose a los ojos.

Ambos ojos eran grandes y redondos, un brillo único en la mirada de Ikume, el peliverde ya no tenía el brillo que daba esa sensación de vida a las personas, poseía un verde gris, pero se denotaba la esperanza de salir de esas cadenas.

— ¿Quién eres? — pregunto de nuevo. — ¿Sentiste lo mismo que yo?

— Yo me llamo Izuku Midoriya. — parecía ya más calmado. — y yo soy tu m...

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