CAPITULO 23

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Tok Tok Tok. ¿A que huele?. Químico. No...mentalico. ¿Hierro? ¿Sangre?. Si....tal vez.
Tok Tok Tok. ¿Donde estoy?. Despierta. ¿Por qué no puedo moverme?. Despierta. Tok Tok Tok. ¿Qué está pasando?. Tok Tok Tok. Necesito ayuda. Despierta. Tok Tok Tok. Ayuda, por favor. Despierta, Ava. Tok Tok Tok. Despierta. Que alguien me ayude, por favor. Tok Tok Tok. Tok Tok Tok. Despierta. Despierta...

El estruendo de un cristal rompiéndose me hizo reaccionar. Aun me encontraba boca abajo sobre el colchón, con el libro y la piedra despedazada a pocos centímetros de mi cara.

Tok Tok Tok. <<¿De donde viene ese ruido infernal?>>. Giré mi cabeza y observé a un pequeño cuervo, posado sobre la manilla de la ventana. Estaba toqueteando el cristal con el pico, graznando y batiendo sus alas, frente a un considerable agujero, que supongo que era obra suya.

Lo observé con detalle. Su plumaje color ónix resplandecía bajo la luz de la luna, sus delgados dedos se aferraban con fuerza a la manilla de la ventana, mientras me observaba con la cabeza ligeramente ladeada, junto con esos ojos.......esos ojos ambarinos y salvajes.

- ¿Andras?- susurré. El cuervo volvió a graznar y a batir las alas. ¿Sería él?. No. Tenía que ser él.- Andras..- repetí, y volvió a moverse enérgicamente.

Observé el agujero en el cristal de la venta, lo había roto en un intento de entrar en la habitación. El ave continuo toqueteando el cristal, con la intención de agrandar el agujero previamente hecho.

Tok Tok Tok.
Tok Tok Tok.

- No puedo ayudarte.- susurré y el pequeño animal dejó de moverse. Dejé caer mi cabeza sobre las sabanas del colchón y el golpeteo del cristal se intensificó. Cerré los ojos y permití que el sonido me envolviera, mientras pensaba en lo fascinante que sería dormir solo una pequeña siesta. A los pocos minutos, el ave volvió a graznar y los abrí de golpe.

El cristal de la ventana ya poseía un agujero lo suficientemente grande, como para que el cuervo pudiera entrar en la habitación. Admiré su pequeño cuerpo desde las sombras, a la vez que él analizaba el entorno y atravesaba el agujero con extrema facilidad.
La neblina negra invadió la habitación, tal y como había sucedido en el cuarto de Caleb hace un par de noches. Manos humanas emergieron de las sombras, y dos poderosas alas se expandieron ante mi.

- Muy buenas, Pequeña Mortal.- su voz acaricio mi alma, y por un momento sentí unas enormes ganas de romper a llorar.

- Eres tú.- susurré.- De verdad eres tú.

- Si esto fuera una alucinación, ya me estaría preocupando por las cosas que te hacen ingerir en este lugar.- podía sentirla. Su sonrisa. Su sonrisa y ese hoyuelo que se le marcaba en la comisura de los labios, justo debajo del inicio de su tatuaje.

- Necesito... yo..- una corriente de aire gélido atravesó la habitación y me rozó la espalda. Ahogue un grito de dolor entre las sabanas, mientras sentía como Andras se acercaba con postura defensiva hacia el borde de la cama.

- ¿Que ha pasado?.- preguntó con voz inquietante.

- Mi... mi espalda.- mi voz era un sollozo enormemente reprimido al fondo de mi garganta. Por favor.- supliqué- Por favor.

Andras se alejó de la cama e invocó el fuego en una de sus manos. Admiré su rostro horrorizado ante la imagen que se reflejaba en sus ojos, tan negros y brillantes como una noche estrellada. Era yo, tendida boca abajo sobre aquellas sabanas manchadas, con el vestido desgarrado y la espalda destrozada. Andras tensó la mandíbula y frunció el ceño, sin apartar su mirada del aquel espectáculo inhumano. Su silencio hizo que mi lágrimas retenidas, se escurrieran por mis mejillas.

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