ACTO II - ESCENA X

104 9 0
                                    

(Sale Ollanta).

RUMI ÑAHUI.— ¡Poderoso inca! ¡Mil veces te adoro postrado a tus pies! Ten compasión de este desgraciado.

OLLANTA.— ¿Quién eres? ¿Adónde vas? ¿De dónde has caído? ¿Quién eres tan lastimosamente herido?

RUMI ÑAHUI.— Me conoces demasiado, yo soy Rumi; por eso he caído a tus pies. ¡Inca, favoréceme!

OLLANTA.— ¿Eres tú, Rumi Ñahui, el valiente de Anti Suyu?

RUMI ÑAHUI.— Soy ese Rumi, por eso he derramado sangre.

OLLANTA.— Levántate, aquí tienes mi mano. ¿Quién te ha puesto en este estado? ¿Quién te ha conducido a mi palacio, y a mi presencia? Que traigan ropa nueva para ti, pues te estimo. ¿Por qué estás desamparado?

RUMI ÑAHUI.— El nuevo monarca Túpac Yupanqui, que ahora gobierna en el Cusco, es un tirano feroz. Vive en medio de regüeldos de sangre; degüella sin perdonar a nadie; sin saciar jamás su corazón, todo lo inmola en su delirio; y así corre el suncho rojo. Yo soy el valeroso de Anti Suyu, como tal vez recuerdas. Conociendo esto, Túpac Yupanqui me llamó a su territorio. En ese, su depravado corazón piensa una cosa y manda otra... Mira que eres mi padre y mi madre; ¡aquí me tienes en tu palacio!

OLLANTA.— No te aflijas, Rumi; en este instante te voy a curar y a auxiliar. Tú también has de ser su cuchillo. En el día de sacrificar al Sol tendremos una gran fiesta en el cuartel real, y entonces debemos marchar para arriba.

RUMI ÑAHUI.— Que la fiesta dure tres días, aunque el regocijo sea limitado; pues para entonces he de estar aliviado. Te hablo con mi corazón.

OLLANTA.— Concedido; tres noches hemos de sacrificar al gran Sol, y estaremos todos en medio del júbilo, para lo cual se cerrará el cuartel real.

RUMI ÑAHUI.— Que se avise también a los domésticos para que dispongan de la noche y, además, lleven consigo a sus mujeres.


OLLANTAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora