ACTO III - ESCENA VII

88 7 0
                                    

(Sale Ima Súmac).

IMA SÚMAC.— ¿Cuál de ustedes es el inca, para arrojarme a sus pies?

HUILLCA UMA.— Él es nuestro inca, bella niña; ¿por qué lloras?

IMA SÚMAC.— ¡Inca mío! Tú eres mi padre, perdona a tu hija. Favoréceme, pues eres hijo del Sol. Mi madre habrá muerto ya, presa en una cárcel de granito. Un feroz enemigo la confinó allí, para que muriera lentamente. Estará ya bañada en su sangre.

TÚPAC YUPANQUI.— ¿Quién es aquel tirano? ¡Ollanta! ¡Ollanta! ¡Levántate pronto! ¡Ve eso!

OLLANTA.— Vamos, niña, llévame presto. ¿Quién ha matado a tu madre?

IMA SÚMAC.— Tú no vayas; el inca que la vea, pues él la conoce, mientras que tú no. Inca, levántate pronto; no sea que encuentre a mi madre muerta; ya me parece ver su cadáver. Sí, obedéceme.

HUILLCA UMA.— ¡Poderoso inca! Pues hasta ti llegan sus tormentos, ¿quién osará impedir que seas su libertador?

OLLANTA.— ¿Dónde está tu madre cautiva?

IMA SÚMAC.— En un rincón de aquella casa.

TÚPAC YUPANQUI.— ¡Vamos! ¡Vamos! Todos juntos; ya que hallándonos en medio de los placeres, esta niña ha venido a rasgar mi corazón.

IMA SÚMAC.— (Señala la puerta). ¡Padre mío! Aquí está mi madre. ¡Aquí! ¡Quién sabe si ya se encuentra muerta!

OLLANTA.— Me parece que te engañas; esta es la casa de las princesas.

IMA SÚMAC.— Mi paloma padece en esta casa diez años.

OLLANTA.— ¡Abran aquella puerta! ¡El inca viene!

OLLANTAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora