Como dije antes, mis conocimientos médicos, son, para decirlo rotundamente: mediocres. Sin embargo, un diagnostico de Agotamiento Nervioso Irreversible solo puede significar una cosa; el paciente era un psi. Un telépata, o muy probablemente un McKennista. Y si sumamos a esto el hecho de que encontramos en su habitación un souvenir del bar la Ostra Azul, pues es evidente que nuestro doctor era, no sólo un mentalista, sino muy posiblemente un veterano de las Guerras Psíquicas, sufriendo de deterioro nervioso agudo. Esto secuela del uso de sus habilidades mentales para la muerte. ¡Vaya personaje este Loncho! Un terráqueo luchando del lado de los Picapiedras. Con razón los polis lo odian y lo tildan de traidor al Sistema Solar.
A mí me vale verga si el buen doctor tuvo sexo con el mismísimo Rey de Marte, o si fue una dulce palomita. A mí me contrataron para revelar su paradero, y su paradero final fue la morgue. Así que el siguiente paso lógico a seguir, es hacer justicia para la familia de la señorita Ana Rosa y cumplir el trabajo que la Policía Solar esta jurada a realizar, pero se niega a hacer; descubrir ¿Quién asesino a un telépata?
Esto, es ya un problema en sí mismo.
A ver, asesinar a quemarropa a un individuo que puede leer y manipular tus pensamientos en un rango promedio de 150 metros es algo bastante complicado. Y sí este personaje además, está entrenado para hacer la guerra con sus destrezas psíquicas, pues es doblemente complejo. Obvio que nuestro sujeto era un individuo de edad bastante avanzada y que a suponer por el diagnóstico, debía estar, al menos, empezando a sufrir de los temblores. Sin embargo debió haber sido un oponente formidable. Tengo que buscar mas evidencias que me aclaren mejor el panorama de su muerte.
Siguiente escala; la morgue de Ciudad Picapiedra, debemos conocer a nuestro querido doctor Loncho en persona.
—Vaya, vaya, si no es el mismísimo Desiderio El Sepulturero Peña.
—Hace más de diez años que nadie me llama por ese apodo, viejo degenerado. —el encargado del turno de medianoche de la Morgue Municipal, es un viejo conocido. Vine a estas horas con la intención de encontrarme con él aquí, es un forense con años de experiencia y de confianza.
—Y que trae al viejo Sepulturero a la morgue a estas horas, ¿Hay alguno de aquí que sea obra suya?
—Deja de llamarme así. Ese mote lo entregue junto con mi placa. —acoté con aspereza mientras sacaba un cigarrillo de mi chaqueta y me lo llevaba a los labios.
—No puedes fumar aquí, Peña. Lo sabes.
—No pensaba encenderlo, Mortadelli, tranquilo.
— ¿Qué coño es lo que necesitas? —agregó finalmente.
—Estoy aquí por uno de tus inquilinos. Un fiambre llamado Julián Alonso Quijada-Gutiérrez.
El Doctor Quijada-Gutiérrez me recibió en su ultimo y acogedor aposento; una gaveta criogénica sólo un poco más grande que su cubículo del DistritoC. Su cuerpo, conservado en gases de hidrogeno a temperaturas bajo cero, estaba perfectamente conservado como el ultimo día en que dio un respiro. Su rostro tenía expresión serena y una mueca similar a una sonrisa, como si hubiera muerto de forma placentera. Las marcas de las laceraciones que dejo el puñal habían sido cauterizadas y eran ahora ocho largos y sinuosos queloides que hacían parecer su pecho un antiguo mapa del tesoro pirata.
Su estado físico era muy bueno a pesar de su edad. No tenía ninguna otra cicatriz, ni algún tatuaje.
—No hay heridas defensivas en las manos, o en los antebrazos. Como si no hubiera opuesto resistencia. ¿Habías visto algo así? ¿Estaba bajo la influencia de alguna droga? ¿Alcohol?
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La muerte de un telépata
Fiksi IlmiahUn investigador privado caído en desgracia, recibe una repentina llamada que lo lleva a investigar la desaparición de un telépata. Este caso, aparentemente sencillo, le revelará una enredada trama de conspiración Solar que tiene que ver con el futur...