1. 𝘓𝘢 𝘯𝘪𝘯̃𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘯𝘳𝘪𝘴𝘢

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Edad: 6 años

El día era soleado y perfecto para aprovechar y darse un chapuzón. La plaza estaba tranquila, solo algunas personas que hacían las compras paseaban por ahí, entre ellos una pequeña castaña que llevaba entre sus manos una pequeña canasta con pan y fruta esperando que fuera suficiente para ella y su mamá.
Fué así como hechas las compras emprendió el camino de regreso a casa sin darse cuenta de que era seguida por un grupo de niños.

—¿Qué llevas ahí?. —preguntaron amenazantes caminando hacia ella.

Sabiendo quienes eran y que era lo que querían apuró el paso tratando de perderlos. Imitando su gesto la siguieron.

—¡Deja de correr mounstro!. —exclamó un segundo.

Apretó fuertemente la canastita entre sus manos y siguió firme sin voltear y sin darse cuenta de que caminaba hacia un callejón sin salida, cuando notó su error era tarde para dar la vuelta y correr, estaba acorralada.

—No tienes a dónde correr.

—Por favor, déjenme en paz. —pidió con la cabeza gacha.

—Deja de hacerte la inocente, uno de los burros desapareció anoche y hoy lo encontraron muerto. Tenía dos marcas de colmillos en el cuello.

—Eso no tiene nada que ver conmigo. —respondió dando pasitos cortos hacia atrás.

—¿A no?. —preguntó uno de los agresores —tú eres la única que sale durante la noche, y que tiene una casa lejos del pueblo. Todos aquí saben que tú madre hace brujería, para eso necesitan la sangre de animales.

—Ya les he dicho que mi mamá está enferma y no puede salir.

—Mentirosa. — declaró empujándola —tú padre las dejo porque tú mamá es una bruja y tú eres un mounstro.

—No lo soy. —dijo con voz temblorosa.

—¡Eres una Nahuala!. —exclamó otro dándole otro empujón.

—No, claro que no.

—En este pueblo no necesitamos un mounstro como tú. Te enseñaremos que no perteneces aquí.

[…]

En una banqueta una niña se encontraba llorando, con una canasta destrozada entre las manos y moretones en las rodillas.
Las estrellas adornaron el cielo y fue en cuándo cayó en cuenta de que llevaba mucho tiempo fuera de casa, su mamá estaría preocupada. Se acercó a el pozo para tomar agua y enjuagarse la cara viendo en el reflejo alguien detrás de ella, al darse la vuelta divisó a un niño de piel canela, ojos verdes y cabello café rizado.

—Hola. —saludó sonriendo —¿estás bien?. —ella asintió débilmente siguiendo con su trabajo —¿te duele mucho?. —preguntó preocupado viendo los moretones, ella negó levemente secándose la cara —¿no eres de hablar mucho verdad?. —no recibió respuesta y se acercó a ella nuevamente sonriendo y extendiendo la mano —me llamo Camilo Madrigal, ¿tú cómo te llamas?.

—_______ Navarra. —contestó en un susurro.

—Ah, si hablas. —suspiró aliviado Camilo y formuló otra pregunta —¿quién te hizo eso?. —señaló las heridas.

_______ negó y se quedó callada otra vez, Camilo prefirió no preguntar de nuevo.

—Deberías volver a tu casa, ya sabes que a esta hora sale el silbón. —dijo cambiando de forma a el antes mencionado provocando una expresión de miedo en la niña —no lo decía en serio, era una broma lo vez. —aclaró cambiando a su forma original para tranquilizarla

𝐒𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐅𝐮𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐓𝐮́   [𝖢𝖺𝗆𝗂𝗅𝗈 𝖬𝖺𝖽𝗋𝗂𝗀𝖺𝗅 𝖸 𝖳𝗎́]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora