¿Existe el amor a primera oída por la voz de una persona? Seguramente sí, si ella canta como un ángel caído del cielo.
-No cruces la pared. Hablemos así, sin vernos.
Si no podré tomarla entre mis brazos, no la hubieras cruzado en mi camino.
Pero por...
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Los días pasaban rápidamente y antes de que se dieran cuenta, el otoño había llegado, el paisaje se hallaba anaranjado y la brisa acariciaba con delicadeza sus rostros al caminar por la solitaria calle.
—¿Te enteraste de la fiesta de Chaeyoung? Será mañana.— Sana le avisó mientras apuraba el paso por la emoción.
—Sí, ya me invitó.— respondió la mayor, mostrándole el pequeño papel que servía como permiso para entrar.
—¡Sí! ¡Vamos a divertirnos!— Exclamó emocionada mientras saltaba zarandeando los hombros de la otra.
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Llevaban ya rato en la fiesta y la potente música del ambiente parecía nublada por los gritos eufóricos de las jóvenes.
¿Cómo llegaron a esto? Excelente pregunta.
Mina había llegado junto con Sana como hace dos horas y le tomó al menos 30 minutos convencerla de que tomara algo.
—Por favor, sólo esta vez. Te portas demasiado bien y deberías divertirte.— Seguía insistiendo a la mayor hasta que esta aceptó un trago sólo para que dejara de molestarla.
Quién sabe cuánto tiempo después, ya habían perdido la cuenta de los vasos que llevaban.
—Ten.— Sana le servía más de algo que ya ni siquiera sabía qué era, sus papilas gustativas se habían dormido como hace una hora debido a tantas combinaciones.
—¡Vamos! Claro que... Oh, Espera. ¡Ahí está Tzuyu!— Dijo arrastrando las palabras y luego la jaló fuertemente del brazo para llevarla con no recordaba quién.
Dios... Realmente estábamos...
—¿Borrachas? No puede ser, Sana.— Le reprochó Tzuyu que parecía haber llegado recién junto con Nayeon, a la cual Mina miró embelesada.
Esa chica es tan hermosa, fue lo que pensó en ese momento. Aunque probablemente era debido a la gigantesca cantidad de alcohol en su sistema.
Ni siquiera podían hablar bien porque la música se volvía cada vez más ruidosa y apenas podían mantenerse paradas.
—¡Vamos a bailar!— Sana parecía haber recuperado su fuerza de repente y arrastró a Tzuyu hacia la pista de baile.
A Mina no le gustaba gritar así que invitó a Nayeon a partir de señas y favorablemente aceptó.
Sus cuerpos se rozaban constantemente y sentían algo dentro de sí arder cada vez que eso pasaba, sus pieles, sensibles al tacto, quemaban con cada toque.
Mina no podía soportarlo, los momentos que tenían en lejanía le hacían sentir frío.
La tomó de la cintura y la pegó completamente a su cuerpo para bailar de la forma más íntima y pasional. Nunca había sentido esa necesidad y aunque la hubiera sentido, antes no se habría atrevido a llevar a cabo una necesidad tan baja.
Rápidamente sintió las miradas clavadas en ellas y sintió pánico. Eran la única pareja de chicas en la pista bailando de esa manera y sabían que no estaba bien, todas lo sabían.
Por eso las miraban de esa desagradable manera.
Olvidó lo divertido que estaba siendo todo y se sintió aterrorizada. Ni siquiera pudo pensarlo bien cuando ya la había apartado bruscamente de su cuerpo y había salido casi corriendo del lugar.
De nuevo, después de soltarla, sintió incluso más frío que antes.
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