V. CEREZO DORADO

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Varios días habían pasado, los alumnos se habían adaptado al nuevo plan escolar, las clases habían sido repartidas y los clubes estaban abiertos. Todo un nuevo ciclo, apenas estaban empezando; por lo que los trabajos y tareas no eran tantos ni pesados, pudiendo causar estrés y desesperación en los alumnos.

Entonces, ¿Por qué estaba tan ansioso?

Ah sí, porque había despertado a la bestia; y esta no había atacado.

¿Por qué no lo había hecho aún? Desde aquel día con el incidente de la salsa y la rara confrontación en el baño, Sasuke no le había hecho nada malo aún. Y no es que estuviera deseoso de que lo hiciera, solo que era extraño no haber recibido una venganza; conociendo al emo vengador que se cargaba de vecino.

No podía bajar la guardia, cualquiera en su lugar lo hubiera hecho; pensando que tal vez el Uchiha había olvidado o superado el asunto. Pero no, lo conocía bien; tantos años conviviendo involuntariamente lo habían hecho conocedor de las insanas mañas de este. Hubiera preferido recibir la ofensiva al día siguiente de lo pasado en la cafetería, que estar expectante y alerta de todo a su alrededor en todo momento.

Era desesperante.

Estaba atento a cada respiración a su alrededor, cada persona en el salón; algún objeto de más y hasta el zumbido de mosca que volaba zigzagueante frente a él. Sabía que era parte de su plan, hacerlo entrar en desesperación, sin conocimiento alguno de cuando arremeterá, llevándolo al cansancio y exasperación; para que cuando llegue la hora, no sea capaz de defenderse.

Ese ser tan despiadado.

– Naruto. – Un toque en su hombro lo hizo exaltarse y salir de su desordenada cabeza.

– ¡Ah! – De un movimiento rápido, subió los brazos en guardia; pegándole a la pobre mosca y descontándola de este mundo.

– Cielos, viejo. Necesitas calmarte. – Era Shikamaru, quien suspiraba al ver a su amigo tan paranoico. Estos días habían sido los mismos, al principio creyó que era parte de la rareza natural de Naruto, pero ahora cree que ha llegado a los extremos como para ser de nacimiento. Verlo asomar la cabeza en cada puerta antes de entrar a cualquier habitación, revisar a profundidad la mesa y silla que le tocarían en clase y cafetería; y pedirle a Kiba que abra su casillero en múltiples ocasiones; con la excusa de que no se pierda la única experiencia de abrir un casillero tan bonito. Todo eso y más, estaba exasperando a sus amigos, claro, menos a Kiba; quien disfrutaba ver en caos a su amigo rubio.

– Ah, eres tú, Shika. – Dejó salir el aire que retenía, para retomar su compostura; como si no hubiera pasado la escena anterior. – ¿Qué tal, eh? ¿Qué me cuentas, cabeza de piña? – le codeó sin fuerza, poniendo una sonrisa.

– No me llames así. – El de cabeza de piña es otro...– ¿Quieres relajarte un poco? Esto ya no es normal. – Le dijo, sobándose el lugar que había pegado el ojiazul, aunque sin fuerza, quedaba la sensación.

– ¿De qué hablas? Todo está bien, dattebayo. – Habló, echando un vistazo a todos lados. Pretendiendo ponerle atención a su amigo.

– Ah... que fastidio. – Susurró para sí y le hizo señas a sus amigos, quienes estaban tras de él; esperando la señal. – Bien, no nos queda de otras más que hacer esto.

– ¿Eh? ¿Qué hacen? – Cuestionó el Uzumaki curioso al ver a Ino, Chouji, Kiba, Shikamaru e incluso Lee; formar un círculo con él en el centro.

– Uzumaki Naruto, esto es una Intervención. – Anunció la rubia, llevando sus delgadas manos a su cintura. Y haciendo que todos pusieran una postura cool.

Entre Broma y Broma, La Verdad se Asoma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora