Atrapado...
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Bruno no sabía qué hacer, había estado teniendo más sueños con el chico del mercado, algunos borrosos y otros bastante nítidos. No parecían tener ninguna relación entre si, algo diferente siempre pasaba.Soñar tan seguido con él de aquella manera, le hizo preocupar, dándose cuenta de que de alguna manera esas eran visiones. Más no tenía idea de qué podían significar, o por qué no profetizaban algún mal. ¡No es que quisiera! Sólo se preguntaba, acostumbrado a sus típicas visiones sombrías. En los "sueños" sólo se veía a él mismo encontrándolo, con el chico sonriendole o diciéndole algo que nunca se escuchaba. Los encuentros siempre cambiaban, y el sueño terminaba cuando Bruno intentaba descifrar lo que decía.
El tiempo no resolvía sus problemas con los sueños, pero... ¿Qué podía hacer?
[...]
—¡Te atrapé! —Bruno salta de su escondite cuando el chico que estuvo siguiendo toda la semana, grita detrás de él.
Lo mejor que se le había ocurrido era seguirle.
Le había perdido en algún punto camino a la iglesia, buscándolo para ser él mismo atrapado. Había decidido que no podía simplemente ignorar el soñar con este desconocido, así que quería averiguar por qué lo hacía, pero era malo acercándose a otros. No sabía cómo abordar el tema, acercarse y hablar primero; además de que no sabía cómo no asustar al chico cuando comenzará a hablar sobre estar viéndolo seguido en sus sueños. ¿Qué tan raro era eso? Por supuesto que mucho, porque él era Bruno.
—Oh... Bruno. —Mauricio se sorprende de descubrir que la persona que le seguía era el trillizo Madrigal. —¿Qué hace siguiéndome? —pregunta luego, achicando lo ojos en un gesto curioso.
—Es que yo... Bueno verás... Yo estaba... —con movimientos nerviosos de mano, Bruno Madrigal tartamudea sin sentido, desviado la vista sin poder enfocarla en la persona frente a él. ¡Había sido atrapado! ¿Ahora qué hacía?
Cambiando su expresión a un ceño que demostraba lo confundido que estaba, Mauricio toma una respiración y se acerca tomando las manos del mayor, intentando calmarle. Además, sus gestos estaban causadole ansiedad. —¿Me quiere decir algo? —pregunta suave, ganándose una mirada del azabache.
—Sí. —Bruno asiente enfocando la vista en los ojos color ámbar del chico que sujetaba sus manos. Aún tiene una mirada nerviosa, pero estaba más tranquilo.
—¿Me ha visto en una de sus visiones? —Mendoza deduce rápido.
—¿Cómo-
—¿Qué más querría Bruno Madrigal, persona con el don de las visiones, conmigo? —interrumpe y gira los ojos. Antes de ese momento, y sin contar el día en el mercado, nunca habían tenido ningún contacto directo.
Antes de su desaparición, Mauricio lo había visto varias veces por las calles, pero nunca había tenido el valor de acercarse. Luego desapareció, y ahora que había regresado, había aparecido ante él. Y no creía que fuera porque repentinamente lo había notado entre la multitud por su cuenta.
—Lo siento. —el rizado se disculpa en automático, pensando que el desconocido estaba molesto por aquello. —No fue... No estaba planeado... Creo... Es decir... —Y siente la necesidad de mover sus manos, pero recuerda que siguen sujetas.
—No te disculpes, las visiones no pueden controlarse ¿Cierto? —el castaño le sonríe compresible. —Cuando vienen, sólo nos queda aceptarlas. —es amable y no parece tenerle miedo, lo que sorprende a Bruno. Además, era como si supiera todo lo que quería decir.
—Si... Supongo que es así. —los hombros del hombre Madrigal caen destensados, regalandole una sonrisa cansada al más joven.
—Vayamos a un lugar más tranquilo para hablar. ¿Bien? —Mauricio propone, sinriendo amable. —Quiero escuchar qué has visto.
—¿No te da miedo? —Bruno pregunta.
—¿Por qué? ¿Muero en ella? —el chico pregunta con una mirada alarmada, haciendo reír al azabache.
—No. No lo haces.
—Entonces no tengo miedo. Vamos. —el castaño suelta las manos del Madrigal sólo para atrapar una de sus muñecas y jalarle por la plaza.
[...]
—Aquí podremos hablar tranquilos, no te preocupes por nada. —Mauricio se sienta frente a Bruno en la mesa circular del restaurante.
Les había llevado al restaurante familiar, pasando a la parte trasera, donde los clientes casi nunca pasaban el tiempo.
—¿Tenemos permiso de estar aquí? —Bruno se preocupa, habían entrado por la parte de atrás del lugar, así que nadie los había visto.
—No te preocupes. —el niño dice sonriente. —Es el restaurante de mis padres, no se molestaran porque este aquí con alguien más. —asegura. —¡Oh! ¿Quieres comer algo? ¡Traeré algo! —salta fuera de su silla, asustando al hombre mayor, quien ni siquiera tiene tiempo para responder.
Entonces Bruno no tiene de más que esperar, mirando a todos lados con una mirada nerviosa. No estaba en sus planes nada de lo que estaba pasando, aunque si debía ser sincero... No había tenido un plan desde el comienzo. Pensó que algo se le ocurriría mientras vigilaba al desconocido, pero este se le había adelantado por su propia cuenta.
El castaño regresa a los minutos con una sonrisa de dientes perfectos, una bandeja con comida y café.
—¿Te gustan los buñuelos? —pregunta dejando el plato con estos sobre la mesa. —Aunque ¿A quien no le gustan? —bromea nervioso sirviendo el café.
—Me gustan. —Bruno responde tomando uno, comenzando a comer para calmar sus propios nervios.
Ambos se sentían inquietos, aunque por cosas totalmente diferentes.
Bruno Madrigal no sabía cómo hablar de lo que estaba pasando, y Mauricio Mendoza estaba frente al primer hombre que le había gustado en todo lo que llevaba de vida. Supuso que durante esos diez años ya sus sentimientos se hubieran extinguido, pero la verdad era que no. Se sentía tan emocionado de estar frente a Bruno Madrigal, como cuando lo vio por primera vez. Pero no estaban allí por eso.
—¿Qué ves en tu visión? —pregunta tranquilo mientras toma de su café, causando que la persona frente a él se ahogara con el suyo. Era momento de explicarse.
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"En un sueño una visión" | Bruno Madrigal [BL]
Fanfic›Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para alguna persona tú eres el mundo. →Gabriel García Márquez.