🐀 capítulo diez:

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Feria III...

—Lo siento. —Bruno Madrigal se diculpa por décima vez, haciendo que Mauricio Mendoza girara los ojos por el mismo número de veces.

—No fue tu culpa. —el castaño asegura con una sonrisa entre divertida y cansada. Se encontraba sentado en una carreta con heno mientras comía el buñuelo que Julieta le había dado para su torcedura de tobillo.

Las cosas habían ido bastante bien hasta ese momento.

Junto a los cuatro Madrigal, Mauricio se divirtió bastante en la feria, diferente a como creyó que pasaría el día. Los sobrinos de Bruno eran encantadores y, con el tiempo, este mismo se logró calmar y acostumbrar como para también disfrutar del día y soltarse más.

Habían pasado por cada puesto a probar la comida y dulces, con Camilo siendo el más glotón entre todos. Jugaron varios juegos en los que hizo equipo con cada uno, descubriendo que Mirabel era bastante competitiva y Bruno demasiado blando con sus sobrinos, dejándoles ganar varias veces. Antonio era pura amabilidad y tranquilidad a diferencia de sus primos.

Para acabar con el día, se acercaron al centro del lugar, donde la música se escuchaba fuerte y la gente bailaba de un lado a otro. Agustín apareció de la nada, tomando a su hija para bailar un poco, seguidos de Camilo y Antonio que reían y disfrutaban del momento.

Entonces sólo quedaron Mauricio y Bruno, mirándose algo incómodos mientras veían a todos bailar. Notando esto, Camilo se acercó y sutilmente empujó a su tío más cerca del otro hombre, casi haciendo que tropezara sobre él. —¡Vamos, únanse! —anima para regresar con su hermanito, Mirabel y su tío Agustín.

El Madrigal de rizos un poco desordenados miró tímido al más joven, haciendo un gesto hacia la pista de baile improvisada. Mendoza de inmediato se iluminó como una vela y asintió emocionado, tomando la mano de Bruno para bailar.

Inesperadamente, Mauricio descubrio que Bruno Madrigal era un excelente bailarín.

Todo había estado bien hasta allí, luego sin entender aún cómo, Mirabel y Agustín tropezaron con ellos por accidente y una cosa llevo a la otra, terminando los cuatro en el piso con Mauricio lastimado.

No había sido nada grave, por suerte, pero Luisa que estaba cerca le llevo hasta dónde su madre, con Julieta calmada entregándole un buñuelo mientras Agustín se seguía disculpando al igual que Bruno.

Luego de asegurar que todo estaba bien, todos les dejaron solos por primera vez en el día. Y ahora ambos habían caído en un silencio un tanto incómodo. Con los sobrinos de Bruno presentes, era sencillo no pensar en lo que había pasado la última vez que se vieron, pero ahora caía sobre ellos como ladrillos. Sin embargo, Mauricio debía de mencionar algo que había notado ese día en específico.

—Tu familia cree que estamos saliendo. —suelta con una mueca un tanto insegura.

—¡Eh! —Bruno salta en su lugar sorprendido, tomando su ruana con ambas manos inquietas. —Es que... Algo así.

—¿Por qué? —Mauricio cuestiona tragando el último pedazo de buñuelo en su boca. Él había estado decidido en decirle a Bruno Madrigal que le disculpara por gustarle, totalmente seguro de que sus sentimientos no eran recíprocos, pero quizás su madre tenía razón y tenía una pequeña posibilidad.

—Quizás les mencioné que podría ser posible que me gustaras.

—¿Te gusto? —por eso pregunta y escucha antes de saltar en suposiciones.

—No lo sé.

—Oh. —Mendoza no sabía cómo reaccionar además de mostrar una expresión sorprendida de ojos grandes. Bruno no estaba diciéndole que no, pero tampoco era un si seguro. Era una oportunidad de oro ¡Amaba a su madre! Quien le había sacado de los arrozales para conseguir ese momento.

—Pero quiero descubrirlo, tener una oportunidad, si tu quisieras... —Bruno divaga, nervioso, ansioso y tan inseguro. Sostiene sus manos ahora detrás de su espalda, y al segundo siguiente siente flores aparecer en ellas.

Dando una mirada rápida hacía atrás, Bruno logra localizar a todos sus sobrinos ocultos en la distancia. Isabela sube un pulgar en su dirección en muestra extra de apoyo. Las flores fueron la primera.

Aquello le da a Bruno el valor suficiente para seguir hablando.

—Me gustaría pasar más tiempo contigo. —finaliza sin tartamudeos o murmuros, mostrando las flores en sus manos. Mauricio se le queda viendo por unos segundos, causando que su breve golpe de valentía se fuera desvaneciendo. Encogiéndose ante la mirada, el azabache espera alguna reacción.

—Esta bien, acepto. —Mauricio dice con simpleza, lo que se gana una mirada asombrada de parte del mayor. —Yo Mauricio Mendoza, me propongo a conquistar a Bruno Madrigal en ese tiempo. —saltando de la carreta ahora sin su torcedura, se acerca al hombre de visiones pegándose mucho a su pecho para mirarle a los ojos con determinación y sostener las flores en sus manos.

—¿¡Qué!? —Bruno suena alarmado por lo dicho, pero no se aleja ni un centímetro.

—Así que prepárate. —se separa con una sonrisa decidida y brillante, mirando las flores ahora en sus manos. Era más que obvio que Isabela era responsable de ellas. —Porque lo conseguiré.

—¿Conseguir qué?

—Enamorarte. —responde mirando a los ojos color chocolate de Bruno, sonriendo con bastante seguridad. Aquello hace algo en el corazón del Madrigal, el cual salta fuerte en su pecho. —¡Nos vemos, gracias por las flores! —luego se despide comenzando a caminar lejos.

Aunque en todo momento había actuado tranquilo, no podía esperar a alejarse lo suficiente de la vista del mayor para comenzar a celebrar escandalosamente.

Bruno, por otro lado, suspira una sonrisa feliz mientras siente todo su cuerpo destensarse. Estaba nervioso por lo que podría pasar a partir de ahora, pero también bastante emocionado. A la distancia puede escuchar a sus sobrinos celebrar.

Y aunque a estás alturas ninguno de los dos se acordaba de las visiones que habían iniciado todo, la feria era el segundo lugar que había aparecido en una de ellas.

"En un sueño una visión" | Bruno Madrigal [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora