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Odiaba a Sammy.

¿Cómo podía obligarlo a ir a una fiesta donde no quería estar?

Simplemente porque era Sammy, su mejor amiga y prácticamente su hermana. La chica le había rogado durante una semana que lo acompañara la fiesta de cumpleaños de uno de sus primos. No quería. La familia de Sammy tenía dinero, algunos de sus tíos eran bastantes creídos y arrogantes, cosa que no le gustaba mucho. Su amiga no solía llevarse muy bien con su familia ya que no compartían pensamientos sobre muchas cosas, con la única persona de su familia que parecía tener apreció era exactamente por el cumpleañero, no sabía mucho sobre él, solo que era joven y que su padre también era agradable.

De las únicas personas de su familia que Sammy hablaba con amor eran ellos, su primo y su tío.

Los dos se encontraban sentados alejados de las demás personas de la fiesta. En realidad, habían llegado tarde y no habían logrado ver cuándo cantaban o partían el pastel. Sammy estaba desanimada por eso, su primo tampoco aparecía por ningún lado, aunque ella le hubiera pedido a un sirviente que lo llamará. Qué tipo más desconsiderado ¿Cómo podía tener a Sammy sufriendo por su presencia?

— Sammy...— escucho como una voz hablaba a su amiga así que levantó su cabeza encontrándose con el chico más guapo que podría haber visto en sus cortos veinte años. Era alto, muchísimo más que él, cabello negro, mandíbula fuerte y afilada. Su mirada era profunda, tanto que podría perderse entre esos ojos, su piel levemente bronceada. Vestía un pantalón de tela elegante y una camisa blanca, sin corbata, que tenía los primeros botones abiertos. Por lo apretada que se le veía la camisa podía jurar que su cuerpo está bien trabajado...

Bien. Había mirado demás, debía detenerse en ese instante.

— Perdón por no venir antes, pero mis tíos querían una foto para presumir, ya sabes cómo son — se excusó. Su voz hizo que sus piernas se volvieran débiles.

Sammy se puso de pie para saludarlo y el hizo lo mismo para inclinarse.

— ¡Feliz cumpleaños! — lo abrazo y el chico le correspondió mientras una pequeña sonrisa aparecía en su cara.

Era el primo de Sammy. Esa familia tenía increíbles genes, no iba a negar la realidad.

— Gracias, eres la única persona que realmente quería que estuviera hoy — le dijo haciendo reír a Sammy.

— Bueno, te presento a mi mejor amigo, él es Gulf — lo apuntó. El chico fijo la mirada en él lo que lo hizo sentirse más pequeño e indefenso, como una presa frente a su depredador — Gulf, él es mi primo Mew.

Hizo una reverencia, el chico hizo lo mismo sin apartar la mirada de su persona. Seguramente ya estaría completamente sonrojado hasta sus orejas, siempre había sido un poco tímido y qué un hombre tan guapo se le quedará mirando, definitivamente lo intimidaba demasiado.

— No lo mires demasiado, que es un bebé y se sonroja rápido — se burló Sammy no ayudándole mucho ya que probablemente eso lo hizo sonrojarse aún más.

Mew solo sonrío divertido mientras levantaba una ceja.

— ¿Y qué me dices, primito? ¿Ya conseguiste una novia para que las viejas de mierda de mis tías dejen de hablar? — pregunto burlándose de su primo.

Gulf sabía que la familia de Sammy era bastante reservada y prejuiciosa, les encantaba fingir que tenían vidas perfectas, una familia unida y ejemplar. Pero la realidad se alejaba bastante de lo que ellos solían decir. Eran bastante críticos sobre la vida de sus parientes, les gustaba hablar sobre los demás. Sammy había recibido varias críticas porque según se quedaría para vestir santos ya que no era una mujer que le gustará a los hombres, su mejor amiga los había mandado a la mierda varias veces. Agradecía que los padres de la chica siempre la estuvieran defendiendo, Sammy tenía veinticinco años y era joven aún como para pensar en casarse, pero su familia no entendía eso.

Daddies (MEWGULF) (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora