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– ¿No te gustan los días soleados? - Una voz que escucharía solo en mis sueños me habló

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– ¿No te gustan los días soleados? - Una voz que escucharía solo en mis sueños me habló. Estaba entonces dormido de nuevo.

– No, me gusta cuando llueve - Respondí con interés pero mostrando aburrimiento.

– La lluvia es bonita - Ella dijo risueña – Ven, vamos.

Me sostuvo de la mano y me llevó a la parte de donde fuera que estuviéramos en la que la lluvia caía a torrentes.

– No me agrada esta idea - Me quejé pero por dentro sentí un jardín de flores crecer con dulzura – Eres una tonta.

– Es solo agua - Me dijo sonriendo con el flequillo rosado sobre los ojos – No somos de papel.

Me hizo saltar en charcos de agua y aunque detesté la idea adore el momento, porque estaba con ella. Me sentí un hipócrita por estar disfrutando con ella. No merecía esto.

Cuando nos refugiamos, ella se sacudió el cabello y puso una canción.

"And the time moves slow, when you came to the end"

"Running away is easy, is the leaving that's hard. And loving you was easy, it was the leaving that scarred"

El tiempo se mueve muy lento, cuando llegas al final. Pude ver un puñado de pastillas en mi mano.

La partida es lo difícil. Justo después de darme la vuelta, tras darle un beso en los labios, sentí que no podía dar otro paso. No quería irme, quería quedarme ahí por siempre, con ella.

Y amarte fue fácil, en verdad lo fue.

Fue la partida la que dejó una cicatriz.

Las campanas de una iglesia sonaron en mi sueño. El suelo se empezó a abrir y terminé cayendo por un vacío hasta que me estampe contra el suelo y toda mi sangre quedo regada en una figura sin gracia sobre el suelo.

Me desperté sudando de inmediato, agitado y tratando de recuperar la respiración.

– Ya es hora del desayuno - Una voz repitió afuera del cuarto.

Aún enredado en las sabanas y tras caerme al suelo, corrí a abrir la puerta. Lethe me miraba confundida y sin decir nada. Probablemente ya se le había quedado en la cabeza como concepto básico que yo estaba loco. Me miró con sus ojos cafés de ciervo y con su cabello trenzado de manera distinta. Y con un vestido hermoso.

– Si tienes ropa sucia, ponla en la canasta por favor - Me miró sonriendo. La luz se restauró en el cuarto solo con su sonrisa. Una sonrisa que de alguna forma había visto antes y en la que encontraba seguridad.

Le arrebate la canasta con desesperación y la arroje lejos, tirándome a abrazar a Lethe, que se quedó estática sin saber que hacer. Sabía que muy en el fondo era ella.

Senti sus brazos entonces correspondiendo mi abrazo de manera dudosa y confundida y esbocé una sonrisa como nunca en mi vida lo había hecho.

– Lo siento - Apoyé la cabeza sobre su hombro y la abracé con fuerza – Lo siento.

– No tienes que sentirlo - Ella dijo dando golpecitos en mi espalda – No has hecho nada.

La solté un momento y de nuevo me sonrió. Cualquier persona normal me juzgaría y me acusaría de ser un raro por haberle abrazado y llorado, y haberle pedido perdón... en severas ocasiones, pero Lethe negó con entendimiento y aceptación. No pude creer que hubiera un ser humano así.

– ¿Me puedes pasar la canasta? - Señaló dentro del cuarto y asentí para ella – Hoy hay huevos revueltos con pan y café para desayuno.

Tomando su canasta se fue del cuarto sin darse cuenta que había recordado algo perfectamente.

Baje con una sensación extraña a desayunar. Me sentía reconfortado de alguna forma pero un sabor agrio se había instaurado en mi paladar hace unos momentos. ¿Por que me sentía así de la nada?

En frente del comedor había un espejo. Pude verla. La chica con la que había saltado en la lluvia. Llevaba un uniforme de una escuela que yo desconocía. Lentes de marco rojo y el cabello salmón suave. Llevaba un libro en la mano y una hoja se le cayó.

Sin si quiera mirar arriba corri viendo al suelo para ayudarle a buscar la hoja de su libro que se había caído, pero lo único que encontré fue la llave del salón del té a donde llevaba las almas de los fallecidos.

– Se cayó de tu chaqueta - La mano de Lethe se apresuró a recogerlo primero que yo. Me alarmé de no encontrar a la chica que había visto en el espejo por ningún lado.

Lethe continuó entonces caminando en dirección a la salida al patio y yo me quedé ahí con el mismo sabor agrio que se acrecentaba en mi boca cada vez más.

Lethe continuó entonces caminando en dirección a la salida al patio y yo me quedé ahí con el mismo sabor agrio que se acrecentaba en mi boca cada vez más

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the river   - arminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora