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– Maldita

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– Maldita. Sea - Susurré por los aires mientras intentaba buscar en los cajones del cuarto. Todo se repetía por mi cabeza como una película de nuevo. No había querido hacerlo, no había querido gritarle nunca, pero perdí el control.

No encontraba nada, claro, este no era mi cuarto en Alemania, peor aún, no era mi cuarto de cuando estaba vivo, a veces la vida se sentía tan real que olvidaba que estaba muerto. No había ninguna forma de escapar de mis errores en esta nueva realidad, no tenía fentanilo ni drogas ni alguna navaja para cortarme, ni alcohol, ni nada, no tenía nada. Ni siquiera podía ver videos de internet para distraerme. Estaba solo contra mi propia cabeza, porque que estuviera muerto no significaba que me hubiera recuperado mágicamente.

Y ahí estaba de nuevo. Corrí al baño con hambre y vomite intentando olvidar el sabor de la maldita asquerosa sopa de fideos. Mientras tenía las ideas revueltas lo único que pude pensar fue en que estaría mejor muerto.

– Me parece increíble que no lo haya asimilado - Dije tirado en el suelo tras haber vomitado, sin siquiera haberme limpiado la comisura de los labios. Saqué una mano de la chaqueta y me vi los brazos llenos de heridas, tras analizarlas un poco procedí a golpearme a mí mismo, acción que dejó un dolor punzante como si de cualquier otro puñetazo se tratara – Hasta siento dolor. ¿Cuál es la diferencia entonces de estar vivo a estar muerto?

Me senté en el suelo y suspiré por un segundo. Tras haberle gritado a Lethe ella se puso a llorar y se fue cruzando el río al lado contrario del bosque, no era más hondo que sus tobillos y era un tramo de unos dos metros. En el momento en el que la vi llorando sentí que todo a mi alrededor se ennegrecía y caía de nuevo a un abismo del que no podía escapar.

No dormí nada en toda la noche. Me estaba muriendo... no literalmente pero tenía mucha hambre.

Cuando el sol salió me quedé esperando a que Lethe se despertara y viniera a anunciar el desayuno, disociando mientras veía a la pared. Necesitaba comer, y necesitaba que Lethe me disculpara por gritarle como lo solía hacía Mneme, sin siquiera yo tener que pedírselo. Pero a medida que pasó el tiempo y el sol se empezó a elevar en el cielo me di cuenta que ya era el medio día y nunca había venido.

Como si fuera un robot mal hecho me levanté del suelo de la misma posición en la que había estado sentado por más de 12 horas y salí del cuarto. Al bajar las escaleras miré el reloj y me di cuenta que en efecto sería el medio día pronto.

– ¿Lethe? - Pregunté a su abuela y ella solo me miró antes de suspirar.

– No se en donde está - Con mucha más calma de lo que aquello requería la mujer dijo.

– ¿¡Que significa eso!? - Le pregunté asustado.

– A veces se queda en el bosque - La anciana dijo – Aunque le pregunto si se pierde dice que recuerda el camino de vuelta pero simplemente a veces no quiere regresar.

the river   - arminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora