JungKook está seguro que no se enamorará de un hombre.
SeokJin está seguro de que nunca se enamorará de un matón homófobo.
Cuando llueve, diluvia.
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El viaje de regreso a Seúl fue tenso y silencioso. Jin encendió la radio mientras JungKook estaba sentado en el asiento trasero, con gafas de sol ocultando su expresión. Con su traje negro impecable, parecía la definición de un guardaespaldas perfecto. Excepto que el guardaespaldas perfecto no lo jodería y luego pasaría horas en tenso, cargado, silencio. Él y JungKook no habían intercambiado una sola palabra desde que habían tenido sexo la noche anterior. La mañana fue bastante incómoda con los padres de Jin sonrojándose y evitando mirar a ninguno de ellos. Roseanne solo acabó por suspirar y sacudir la cabeza. El hecho de que no se hubiera burlado de él de alguna manera hizo que Jin se sienta peor... significaba que su hermana estaba realmente preocupada.
Estaba preocupado, también.
Porque incluso ahora, a plena luz del día, sus ojos seguían manteniéndose persistentemente en la línea de la mandíbula cuadrada de JungKook, que acentuaba sus labios llenos, y su mente seguía evocando pensamientos sucios, como parar el coche, subir a horcajadas entre las piernas de JungKook y desabrochar lentamente ese traje prístino. Se imaginó arrastrando sus dedos extendidos hacia arriba y abajo de aquel pecho muscular, acariciando el tenso paquete de seis antes de pasar la mano hacia abajo y...
Jin se retorció en el asiento del conductor y ajustó su polla tan sutilmente como pudo.
Deja de actuar tan adolescente, se dijo, frustrado con su excitable cuerpo idiota. Tener sexo con JungKook parecía haber empeorado el problema, sin mejorar nada.
El sonido del teléfono móvil de JungKook rompió la tensión en el coche.
Jin echó un vistazo al espejo. JungKook lo tomó y contestó la llamada.
—Sí —dijo escuetamente JungKook, agitando su mirada para encontrarse con la de Jin en el espejo. Ambos apartaron sus ojos rápidamente.
—Gracias —dijo JungKook antes de colgar.
—Era mi contacto en la policía —JungKook ofreció, para sorpresa de Jin—. Uno de los hombres que te atacaron ayer habló, y la policía logró frenar otro secuestro de alto perfil anoche. Mi contacto dice que no debería pasar mucho antes de atrapar al resto de ellos.
Oh.
—Así que por fin puedo volver a casa —dijo Jin.
—No todo el mundo en el culto ha sido capturado todavía —dijo JungKook.
—Lo sé, pero son menos peligrosos ahora que su número se ha reducido —dijo Jin. Los matones alimentaban el odio de cada uno y la ira y, más a menudo que no, eran demasiado cobardes para actuar solos.
JungKook no estaba en desacuerdo, su expresión imposible de leer.
Jin se mordió el labio cuando un nuevo pensamiento se le ocurrió. Sí, cuando regresara a casa, no tendría que aguantar más a JungKook. De hecho, era poco probable verlo de nuevo salvo que fuera a ver a JiMin.